Viernes, 05 Diciembre 2025
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Francisco Pomares

 

La pregunta de Feijóo a Sánchez en el Congreso —“¿de qué prostíbulos está viviendo usted?”— ha dinamitado un tabú político que hasta ahora nadie se había atrevido a mencionar en sede parlamentaria: los negocios del suegro de Sánchez, Sabiniano Gómez, en el ocio sexual madrileño. Feijóo ha reiterado sus acusaciones, afirmando que se trata de “hechos acreditados y publicados desde hace una década”, e instando al presidente a reconocer que, durante un tiempo, esas actividades le beneficiaron económica y patrimonialmente.

 

La reacción del PSOE ha sido exigir una rectificación del líder de la oposición, mientras el Gobierno solicita que se investigue el informe del comisario Villarejo sobre las actividades empresariales del entorno familiar de Sánchez. Sin duda, esa investigación será de enorme interés, como muchas otras que tienen que ver con la creciente podredumbre moral de nuestros dirigentes. Pero, más allá de estrategias judiciales legítimas, queda un vacío evidente: nadie del Gobierno o del entorno de Sánchez ha dado aún una explicación razonada sobre los hechos que se atribuyen a la familia política del presidente y a su mujer.

 

Porque, incluso asumiendo que lo publicado sea completamente falso —o tergiversado—, la persistencia de las informaciones sobre los negocios de Sabiniano exige un desmentido categórico, no un silencio administrativo. Las acusaciones no proceden únicamente de una oposición que parece decidida a romper cualquier posibilidad de entendimiento con este PSOE: han sido alimentadas por testimonios directos recogidos en diversos medios, y por textos firmados hace años por personas que hoy son referentes culturales de la izquierda.

 

Un antiguo trabajador de seguridad de la conocida sauna Adán, por ejemplo, ha asegurado en Telemadrid que Begoña acudía personalmente todas las mañanas a los locales de su padre para hacer caja y repartir sobres con el dinero a las prostitutas. Esa sauna, situada en los bajos de un inmueble propiedad de Muface, es solo una de las vinculadas a la empresa familiar San Bernardo 36 SL, que operaba también —según ese extrabajador, que se ocupaba de la seguridad de las instalaciones— prostíbulos de lujo en la Castellana y en otras zonas de Madrid.

 

A esa declaración, realizada sin revelar el nombre del empleado y por tanto sin garantías formales, se suma la descripción del local hecha por el escritor y guionista Bob Pop, uno de los principales voceros mediáticos de la izquierda cultural. La publicó hace años —cuando a nadie le interesaba mucho este asunto— en su libro Mansos y en la serie Maricón perdido. En ambos casos, con meridiana claridad, el autor describe prácticas sexuales remuneradas en ese mismo local, “donde los chaperos te follan por cuarenta euros”. Palabras que cobran una entidad distinta cuando se conocen los vínculos entre el establecimiento y la familia política de Sánchez.

 

No se trata de juzgar penalmente lo que pudo ser una actividad empresarial legal en un sector —el de los clubs de alterne— regulado con bastante laxitud. Tampoco de criminalizar a nadie por dedicarse al negocio del sexo cuando este se desarrolla —como se dice ahora— entre adultos y de forma voluntaria. Pero sí es legítimo señalar la contradicción evidente entre el discurso político del sanchismo y los hechos denunciados. No parece muy compatible impulsar la abolición de la prostitución mientras se ignoran los vínculos familiares con ese negocio, aunque fueran del pasado.

 

El PSOE ha optado por abstraerse del fondo de la cuestión, limitándose a acusar al PP de oportunismo, de usar bulos fabricados por la “policía patriótica” y de intentar desviar la atención de sus propios escándalos, concretamente de la foto de Feijóo en el barco de Marcial Dorado. Es una estrategia peligrosa: el “y tú más” puede volverse en contra cuando no se da una respuesta creíble, ni se explican las razones por las que, no hace tanto —en medio de una presión mediática evidente— el presidente decidió retirarse cinco días a reflexionar sobre lo que debía hacer ante los rumores sobre su mujer. ¿No era consciente entonces de que esta historia podía estallar? ¿Pensaba, quizá, que nunca se haría público que el padre de Begoña se dedicaba a negocios sexuales?

 

Porque… que Sabiniano se dedicaba a eso no lo desmiente nadie. En el PSOE explican que sus negocios tenían que ver con la libertad sexual. y produce cierto escalofrío que el partido que se define como el más feminista del país, el que propone expulsar a los puteros y abolir la prostitución, pretenda presentar como libertad sexual el bisnes del sexo.

 

Si todo lo que se cuenta es falso, que se diga. Si es cierto —aunque legal— que se asuma. La ambigüedad solo alimenta la sospecha. En democracia, no basta con invocar la presunción de inocencia cuando las dudas son razonables, las fuentes diversas y los testimonios verosímiles. La ejemplaridad que se exige a otros empieza por uno mismo.

 

Sánchez no tiene por qué responder por los negocios de su suegro… salvo que sea cierto que se benefició de ellos. Pero sí tiene la obligación política —y moral— de aclarar qué sabía, cuánto le afectaron y por qué todavía hoy guarda este ominoso silencio.

 

 


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