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El submarino

Francisco J. CHAVANEL

 

Supe de una secretaria de un empresario del Sur de Tenerife que, de repente, se presentó dentro de un negociado del Ayuntamiento de Santa Cruz y allí se quedó hasta la hora actual. Lleva allí casi treinta años. Aunque parezca surrealista aquella persona sin contrato, a la que nadie conocía, no fue denunciada por nadie. Poco a poco, día a día, se fue instalando, formando parte del mobiliario y de la costumbre. Y desde ese lugar privilegiado, por supuesto, ayudaba al empresario a conseguir contratos de obras, a abrirle puertas para conquistar todo tipo de convenios.

 

Al cabo de unos años esa sorprendente rareza de mujer se fue a los tribunales de lo Social para solicitar una plaza fija dentro del Ayuntamiento bajo el argumento de que el hecho de que estuviese ocupando plaza de funcionario durante un tiempo largo ya bastaba para considerarla empleada de facto del Consistorio. Si les parece llamativa la reivindicación de la señora más llamativa fue la sentencia: le dio la razón; a partir de ese momento ya no le pagaría mensualmente el empresario que la había ubicado sino el propio Ayuntamiento. Un caso extraordinario de “submarinismo”.

 

En Lanzarote tenemos otro, aunque en realidad, por ser justos, deberíamos añadir que no es el primero ni el último. El “submarino” se llama Fernando Ruiz, fue contratado como personal laboral fijo el 3 de julio de 1990, con categoría de técnico superior, y fue transferido a la Fundación César Manrique, mediante un acuerdo de cesión, durante 26 años. En todo ese periodo la FCM disfrutó de un patrono y de un trabajador cualificado a tiempo completo, sin pagarle un euro, tarea que hacía el responsable de su contrato: el Cabildo de Lanzarote.

 

El acuerdo fue cerrado por Nicolás de Páiz, presidente en la época, y por la consejera Chana Perera, ambos pertenecientes al Partido Socialista. Que la FCM y el PSOE mantengan un “amor romántico” desde que muriera César Manrique, eso es sabido y notorio; que el dinero público navegue según en qué direcciones, casi siempre siguiendo estrategias de la Fundación, eso forma parte del paisaje y de la anormal normalidad de los cariños que se profesan; que en esos 26 años el trabajador Fernando Ruiz le haya costado a la institución más de millón y medio de euros, sin que este disparase un chícharo, eso es extravagante, pura locura, pero es lo que hay… O lo tomas o lo dejas.

 

Ha dicho Fernando Ruiz en alguna radio que él “no es ningún fugitivo”… Of course, señor Ruiz, usted no ha huido a ningún sitio, todo lo que hizo fue a plena luz del sol, a la vista de todo el mundo, con la seguridad de que tenía las espaldas bien cubiertas. Por eso ahora el Cabildo que preside otra socialista, Loli Corujo, con Carlos Espino detrás, le premian como “trabajador ejemplar”, supongo que ejemplar por su labor fuera del radio de acción del Cabildo, y le dan, además, 30.000 euros en gratitud por los servicios no prestados.

 

 

Considerando que el señor Ruiz fue amonestado en sentencia laboral por su don de la ubicuidad, y condenado el Cabildo a pagar la cantidad de 25.000 euros, todo en este caso resulta “ejemplar” y considerablemente aleccionador.

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