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El tablero se mueve

Francisco Pomares

 

La resaca del pleno del miércoles nos trae la confirmación del agotamiento de un modelo de gobierno en base a la mayoría surgida en la moción de censura. El problema es que Sánchez sabe ya el precio de seguir confiando en Esquerra Republicana, pero la mayoría del último pleno, por mucho que sirva a Inés Arrimada para coger algo de resuello, no es trasladable a la acción de Gobierno. Ciudadanos no puede apoyar la política económica y fiscal de un Ejecutivo que sigue actuando como si los recursos de que dispone fueran ilimitados, y que además negocia 'asimétricamente' (otro palabro de inexplicable éxito) con cada uno de los partidos nacionalistas o regionales de España. Ciudadanos puede ponerse más de derechas, más de centro izquierda, o más mediopensionista en función de lo que convenga a sus dirigentes (Rivera los llevó de un día para otro desde la socialdemocracia con seny, al liberalismo puro y duro, 'nivel Escuela de Chicago'), pero es difícil que incluso alguien tan atrevida como Inés Arrimada consiga acabar con el gen unitario que es marca de la casa. Ciudadanos viene a ser lo poco que queda en la política española como herencia de los Decretos de Nueva Planta de Felipe V: un rechazo a fueros, privilegios y excepcionalidades que casa muy poco con el mercadeo de concesiones por votos entre el poder central y las regiones, que desde la Constitución del 78 es la forma habitual de sostener Gobiernos sin mayoría.

 

La supervivencia de Sánchez depende hoy de su entrega a los republicanos de Esquerra. Aznar prefirió apoyarse en la derecha convergente del tres por ciento, había mucho en común ahí. Pero no hemos visto desde el 77 ni un solo gobierno en minoría, que no haya trasteado con concesiones y sinecuras en busca del voto de los diputados vascos, catalanes y de los pequeños partidos regionales.

 

Tras el apoyo de Ciudadanos a la cuarta prórroga, se han desatado las especulaciones. La verdad es que saltarían chispas en Ciudadanos si tuvieran que sostener un Gobierno con ministros y ministras de Podemos. Ya ha pasado, amparándose Arrimadas en la excusa de la excepcionalidad, pero a la sucesora de Rivera le sería probablemente más fácil apoyar un Gobierno con Podemos que defender a uno con Esquerra o el PNV.

 

Y sumar una mayoría estable que incorpore en el mismo saco a Ciudadanos, Podemos y el PNV resulta aún hoy casi ciencia ficción. De hecho, Esquerra ha subido el tono y le ha espetado a Sánchez que tiene que elegir entre ERC y Ciudadanos. En ese contexto, en vez de contestar a Rufián que quienes tienen que elegir son ellos, entre apoyar al Gobierno o negarle su voto, el PSOE ha optado por poner una vela a Arrimadas y otra a sus socios catalanes; "somos un gobierno progresista", ha certificado Carmen Calvo, tras despertarse del sueñecito reparador del otro día en el Congreso.

 

 

Mientras los socialistas se deciden, Ana Oramas aprovechó la madrugada del martes para sacarle a Ábalos la prórroga de los ertes en turismo, a cambio de su votito mondo y lirondo. Había que ver el cabreo monumental de Pedro Quevedo por un acuerdo que no se le ocurrió y le ha pillado desprevenido, cuando su voto y el de Oramas valen lo mismo, aunque Oramas lo negocia de votación en votación, y así hace más ruido. Con los ertes en la faltriquera, Oramas agiganta su diminuta presencia y vende que al PSOE se le pasó el enfado y ahora quieren mimarla. Y así será, pero sólo mientras a Sánchez le sobren las declaraciones campanudas, pero le falten los escaños?

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