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El tiempo de las mujeres


Por Alex Solar

 

Una de las reivindicaciones feministas más importantes, aunque no sea la más reclamada en estos días de sucesos que provocan convulsión social, es el tiempo dedicado a los hijos. Se dice que se trata de un “tiempo de calidad”, que abarca además de “tiempo suficiente” otros aspectos, más sutiles, de la experiencia del tiempo. No se puede tocar una partitura musical , por ejemplo, a una velocidad inadecuada, hacerlo bien requiere un “tempo”.


La falta de tiempo, uno de los males de nuestra época, es abordado como problema por la socióloga feminista JudyWajcman en su obra “Esclavos del tiempo. Vidas aceleradas en la era del capitalismo digital”, donde aborda el fenómeno de las nuevas tecnologías conocidas bajo el nombre de TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Ellas son el blanco al que apuntan la mayoría de los analistas digitales (“cibergurús”) y estudiosos de la sociología, como culpables de la jibarización del tiempo libre en aras al dedicado al Dios Trabajo. La tremenda velocidad de las transacciones financieras son la parte más evidente de este fenómeno y tal vez una de las más positivas, pero por otra parte se cree que el nuevo ritmo impuesto por las TIC (pantallas digitales, smartphones, etc.) están creando una sociedad de alta velocidad de la que nadie puede escapar.


Wacjman pone las cosas en su justo sitio en este trabajo de investigación al que ha dedicado un gran esfuerzo de documentación y recopilación de datos in situ, en los lugares de trabajo donde reinan las TIC. Y concluye que ni se pierde tiempo ni todo es tan oscuro como se pinta: las máquinas inteligentes no actúan por sí mismas y bien podrían ayudarnos a crear una nueva sociedad más justa. Las conclusiones más significativas, sin embargo, van más allá de los aspectos tecnológicos y entran en la problemática de género, donde encuentra una paradoja oculta. Hay cambios en el uso del tiempo, un bien sobre el que hombres y mujeres toman determinaciones distintas. A medida que ellas se incorporan a la población activa reducen su tiempo de trabajo no remunerado en casa. Pero, anota Wacjman, “distan mucho de reducir sus tareas domésticas en la misma cantidad de horas que dedican a un trabajo remunerado”. Lo que significa también que para sus compañeros varones , que incrementan progresivamente el tiempo dedicado al trabajo doméstico (fundamentalmente en las compras más que en otras labores), éste “no equivale ni de lejos a la cantidad de horas en que las mujeres trabajadoras reducen el suyo”. “El resultado es que, en las familias cuyos dos progenitores trabajan, en general, se hace menos trabajo doméstico no remunerado; aún así el tiempo total conjunto que las mujeres dedican al trabajo no remunerado y a tareas domésticas no remuneradas resulta ser sustancialmente mayor del que la mujer no trabajadora típica dedica solo a labores domésticas”. Y lanza este dato revelador: “Como media, el tiempo conjunto de trabajo no remunerado y tareas domésticas no remuneradas de las madres trabajadoras supera al de los padres en cinco horas semanales y al de las madres no trabajadoras en diecinueve. Así pues, las mujeres trabadoras están mucho más atareadas que sus colegas varones y que las amas de casa”.


Asimismo, el estudio señala que son las mujeres las que adaptan sus horarios en función del número y la edad de sus hijos, lo cual se traduce en una reducción del trabajo femenino con el nacimiento del primer hijo y así sucesivamente a medida que la familia crece. No ocurre lo mismo con los hombres, que por el contrario tienden a aumentar las horas de trabajo tras el nacimiento de un hijo. De allí surge como consecuencia la brecha salarial asociada a la maternidad, que afecta a la mayoría de los países desarrollados.


Siguen siendo las mujeres las que orquestan la vida familiar, por lo que siempre tienen la sensación de que el tiempo se escurre como arena entre los dedos, casi sin poder emplearlo para sí mismas y haciendo varias cosas a la vez.

 

 

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