Viernes, 05 Diciembre 2025
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Érica Cerdeña

 

Lo llaman ‘integración’ cuando deberían llamarlo ‘fracaso’, en mayúsculas y negrita. La sociedad europea, española, canaria y lanzaroteña está viviendo momentos convulsos y de tensión, sin que nuestros representantes públicos den con la tecla para aliviar la crispación imperante. 

¿Por qué? Me pregunto cada día. ¿Por qué incluso yo estoy cayendo en ciertos pensamientos y juicios que a la Érica de hace solo un par de años le habrían horrorizado? No me reconozco.

La gente compite. Sí, sí. Compite por acceder a una vivienda. Estamos compitiendo por metros cuadrados que no valen ni la mitad de lo que piden por ellos. Y sí, muchos de esos metros han ido a parar a un modelo (VV) que ha explotado sin que nadie lo viera venir. ¿En serio? ¿De verdad nadie pudo anticiparse a que esto ocurriría? Pero ahí no queda la cosa. 

En las calles, colegios, hospitales y fiestas populares convivimos con otras culturas, con otras formas de vida, ni mejores ni peores, simplemente son otras, pero son más, muchas más, y tampoco nadie lo vio venir. 

No sería el asunto tan grave si no supiéramos que los movimientos migratorios han existido desde siempre y seguirán existiendo. Bien sean auspiciados por el desarrollo socio-económico (o la falta de él), por conflictos bélicos, por cuestión de raza, sexo, .... No importa. No me creo que con el tiempo que llevan los supuestos países desarrollados presumiendo de su desarrollo y acumulando datos no lo vieran venir. 

Eran necesarias más escuelas, centros de salud, hospitales, carreteras, viviendas … No ahora. Desde hace décadas. Y, por supuesto, los profesionales en ésas y muchas otras áreas de la vida cotidiana que son fundamentales para una convivencia sostenible y equilibrada. 

A lugares como Canarias se le suma la fragilidad de su idiosincrasia territorial ultraperiférica y fronteriza, y su dependencia extrema de la industria turística, no tan sencilla de transmutar como algunos sostienen, pero cuya regulación resulta vital.

Mientras la población crece y el turismo ebulle, la ciudadanía se calienta, compite entre sí por construir un hogar y pagarlo como pueda. Lucha por su salud, o por unas condiciones laborales justas. Y sí, también señala de forma desproporcionada a quienes tiene enfrente. 

La ciudadanía, tú y yo, personas de a pie, señalamos al otro, al que tiene una empresa, o una vivienda vacacional, que son los mismos, puede que tu vecina o tu hermano. Y mientras nos señalamos entre nosotros, nuestros representantes públicos se pierden en debates estériles, baterías de medidas insuficientes, y esfuerzos exiguos que llegan tarde. 

Y aún así se atreven a hablar de programas de “integración”, de “multiculturalidad” histórica en Canarias. ¡Que sí, carajo! Que desde chinija yo también he convivido con gente de todas las nacionalidades y procedencias en Fuerteventura, y somos familia muchos de nosotros. Nos hemos casado, hemos tenido descendencia. 

Pero algunos no se resisten a la entrada de ciertos pensamientos de rechazo, y más allá de eso ya sabes lo que hay. Intolerancia, racismo, xenofobia, hostilidad, y un sinfín de mensajes que están calando de forma preocupante en personas cada vez más jóvenes. ¿Sabes por qué? Porque sentimos que da igual nuestro esfuerzo. No llegamos. No llegamos a todo lo que nos exige esta sociedad moderna, ni a cumplir al menos alguno de nuestros legítimos deseos. Todo es competencia, todo es tensión, todo es señalar, y así no se ‘integra’, no se construye unidad. 

La falta de medidas efectivas y a tiempo por parte de quienes nos representan se encuentran en la base de una democracia y un Estado del Bienestar que pende de un hilo. Puede que sus políticas de ‘integración’ den resultado cuando resuelvan lo más básico en la vida cotidiana de las personas. Hasta entonces, sigan tocando teclas. Y nosotros rezando, a ver si dan con la buena. 


PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
×