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España y sus siete españas

Por José Carlos Mauricio

Publicado en La Provincia 

 

 

Por regla general, el domingo anterior al de la votación, es decir hoy, se convierte en el día de reflexión de los partidos. Los electores reflexionarán el próximo sábado, pero será hoy cuando los estados mayores de los partidos se reunirán urgentemente para analizar las encuestas que publicarán casi todos los medios de comunicación. Ellas indican la evolución de los estados de opinión y las tendencias dominantes para esta última semana, que es la decisiva. Con nerviosismo analizarán los previsibles resultados que adelantan ya los aciertos y errores de sus estrategias electorales. Y, sobre todo, la posibilidad de corregirlos.

 

Una de las conclusiones más claras a las que llegarán es que en esta última semana se ha producido un cambio en las tendencias. Después del debate a cuatro en la televisión del lunes pasado, los partidos nuevos, llamados emergentes, han iniciado una importante remontada. El debate televisivo, que tuvo un gran seguimiento, dio como claros ganadores a Iglesias y Rivera. No hubo “efecto Soraya”, a pesar de lo que digan, y perdió Sánchez. El líder socialista estuvo correcto pero le faltó lo esencial para comunicar con los ciudadanos: emoción.

 

El debate no fue el clásico entre derecha-izquierda, sino pareció más bien un pulso entre lo viejo y lo nuevo. La frescura de los nuevos partidos frente a las ideas de siempre de los dos partidos tradicionales que han gobernado España en las últimas décadas. Pero eso lo está pagando el PSOE más que el PP. El partido de la derecha resiste mejor porque cuenta con un suelo de un 30% de voto conservador, con miedo al futuro, que no quiere experimentos y exige los menores cambios posibles. Por eso a Rajoy se le ha visto estos días en Canarias contento y optimista. Las encuestas le dan cerca de un 27%, quizá un 28%, poco pero suficiente para ser el partido más votado. Lejos del PSOE que apenas supera el 22%, con Ciudadanos pisándole los talones, con un 20%. La mayor sorpresa es Podemos, que cambia la tendencia e inicia la remontada para acercarse al 18%. 

Es decir, ya cerca de la meta, el PP va a llegar primero, con varios cuerpos de ventaja sobre los tres restantes, que llegarán casi juntos. De ahí la cara de satisfacción de Rajoy en la calle Triana haciéndose selfíes. Triunfante, sentenció: “Hay que decidir entre el Partido Popular o la nada”. Pero a continuación, sus asesores, alarmados, le advirtieron: “Cuidado presidente, no eche tan pronto las campanas al vuelo, la situación es más peligrosa de lo que parece: Rivera está ya demasiado cerca de Sánchez y puede adelantarle en el último sprint cerca de la línea de llegada. Y si se coloca el segundo, Sánchez podría hacerlo presidente. Entre los dos sumarán 150 diputados, frente a los 120 nuestros, solo le faltará la abstención de Podemos. La reacción de Rajoy fue de sorpresa y desconcierto. De pronto comprendió que “la nada” puede convertirse en la peor de las amenazas. Rajoy suele ser de reacciones lentas, pero cuando se juega el puesto es tan rápido como todos los demás. En segundos decidió cambiar de “enemigo principal”, ahora era Rivera. Golpeó directo a la mandíbula del rival y declaró: “No podemos arriesgarnos a experimentos. Alguien quiere ser presidente en un cuarto de hora”. Soria, animado, añadió: “Hay que votar al original y no a la fotocopia”.

 

Al llegar a Madrid, Rajoy convocó con urgencia a su equipo de campaña y dio las nuevas orientaciones: “Vamos a dejarnos de esa tontería del Plan B con Soraya y concentrémonos en lo principal, en la operación salvar al soldado Sánchez”. Y dio las siguientes instrucciones: “En el debate de mañana en televisión, el único cara a cara que va a ser decisivo, hay que derrotarle y no noquearle. Después del combate, Sánchez tiene que seguir siendo la alternativa y no Rivera. Por una razón muy sencilla, Ciudadanos no votará al PSOE pero el PSOE sí votará a Ciudadanos si no le queda más remedio. El PSOE lo único que tiene claro es que no puede quedarse fuera del Gobierno”. Rajoy siguió: “Para conseguir este objetivo, tenemos que intentar que el debate solo hable del futuro y no del pasado, donde ambos saldríamos malparados. Un debate en positivo”.


Siete territorios


Todos los partidos saben que además del tablero general que es España, la partida se juega también en siete simultáneas en los siete territorios más importantes de España. En primer lugar, Madrid. La capital del Reino, por donde se presentan todos los candidatos a presidentes de Gobierno. Allí se concentra y se centraliza todo el poder económico y político del país. Y se ejerce en beneficio de las élites que dirigen el Estado. La pregunta es: ¿debe seguir siendo así España en el futuro o se puede organizar de otra manera? ¿Con una descentralización real del poder económico y no solo con la gestión autonómica del Estado de Bienestar? Por lo que se ve, según lo que van a votar, la mayoría de los madrileños quiere que el poder central siga como está. Votarán mayoritariamente al Partido Popular y después a Ciudadanos, partidario del Estado centralista. En contra se encuentran Podemos, que sube, y el PSOE, que baja. Esta posición centralizada y conservadora es clara favorita en toda la España central: las dos Castillas, Aragón y otras comunidades uniprovinciales. Ahí se deciden las elecciones y en las casi veinte provincias vence claramente el PP, le sigue de lejos el PSOE, entra fuerte Ciudadanos y apenas aparece Podemos. En Castilla sigue viva la vieja alma de España.


En la España del sur, tierra de paro que aún no se ha recuperado del todo de su viejo atraso histórico, Andalucía y Extremadura son las únicas zonas en que ganan los socialistas. Allí domina Susana Díaz, que sigue ganando votos sin terminar de decidir si abandona el modelo clientelar y subvencionado o apuesta por una economía moderna y sostenible. La España del norte, toda la cornisa cantábrica, a un lado el País Vasco y al otro Galicia. Aquí se libra una lucha feroz entre la vieja y la nueva España. Entre la tradición y la modernidad. Las fuerzas parecen muy igualadas y al final se inclinarán en función de quien gane en el conjunto del país. Pero el País Vasco es un hecho singular, probablemente el más singular de todos, que se suma a Cataluña y Canarias como los tres hechos diferenciales del Estado español. Los vascos y los navarros luchan por defender el Concierto que establece la Constitución. Pero esto nadie lo pone en cuestión, lo que sí se discute es el Cupo, que indica el porcentaje de aportación que tiene que ofrecer el País Vasco al Estado. Ciudadanos dice que el actual 6,24%, establecido por Suárez, es un abuso y un privilegio. Y tienen razón. Pero a ver quién le pone el cascabel al gato. Porque los vascos saben defender sus derechos y sus privilegios, desde luego mucho mejor que los canarios. Veamos los resultados: es el único lugar de España donde Ciudadanos no sacará diputados y, sin embargo, Podemos estará cerca del PNV y Bildu.

 

En el corredor del Mediterráneo, en la Comunidad Valenciana y Baleares, la lucha es entre la España castellana y la España catalana: entre el PP y Compromis-Podemos. Todo dependerá hacia donde se incline el PSOE, que se debate entre sus dos almas. Y en el centro de todo, Cataluña. La campaña ha quedado como en un segundo plano a pesar de ser decisiva: en este segundo plebiscito parece que volverán a perder los independentistas. Con unos 20 diputados frente a los 27 de los constitucionalistas. Y aunque Mas puede ser investido presidente antes del 10 de enero, el procès será frenado con la fuerza de la ley, la autoridad del voto de los ciudadanos y la oferta de un nuevo encaje de Cataluña en España.


¿Y Canarias?


La mayoría de las encuestas dicen: 5-4-3-2-1. No es ni un número de teléfono ni una clave secreta. Es, simplemente, la previsión del número de diputados que lograrán los cinco partidos principales. Pero: ¿cinco para quién?, ¿y cuatro?, ¿y tres? Esto ya es más difícil saberlo. Cinco serán bien para el PSOE-Nueva Canarias o el PP. Dicen que están ahí, ahí. El vencedor será el gran triunfador y el otro el gran derrotado, aunque la diferencia sea mínima. A Podemos le dan entre dos y tres. Alcanzará el tercero si las urnas reflejan el éxito de los mítines de Tenerife, de la Plaza del Pilar y de Arrecife. Ciudadanos, dos o uno. En cualquier caso, un éxito si se recuerda que en las autonómicas no obtuvo ninguno. ¿Y Coalición Canaria? Dicen que uno, como mucho dos. Lo que sería una sorpresa. Si solo alcanza uno será el gran derrotado de estas elecciones.

 

El triunfo apabullante de los partidos estatales sobre los nacionalistas canarios tendrá graves consecuencias. Porque estas no son unas elecciones normales, son casi constituyentes, en donde se decidirá el alcance de la reforma constitucional, que incluye la reforma territorial del Estado. El nuevo Parlamento tendrá que decidir el contenido y significado de tres hechos singulares: Cataluña, Euskadi y Canarias, que en el caso del archipiélago es su Estatuto de Ultraperiferia y su Régimen Económico y Fiscal, lo que sin duda supone un cambio histórico. ¿Cómo podrá afrontar Canarias este reto con un cuadro político que desdibuja totalmente su identidad?

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