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Espejismos

Francisco Pomares

 

Alemania decidió prolongar hasta finales de enero las medidas restrictivas e incluso endurecer algunas. Se trata de la respuesta a una incidencia acumulada que se ha desbocado en la última semana. La situación es poco halagüeña: la canciller Merkel ha defendido aplicar protocolos más severos, y avisó ayer de que la variante británica del coronavirus podría provocar que en los próximos tres meses los contagios se multipliquen. Merkel ha advertido que si no se logra parar la expansión de la nueva cepa tendrán en Semana Santa diez veces más contagios de los que tienen ahora. Por eso propuso entre ocho y diez semanas de actuaciones más duras y restrictivas.

 

Ese es el escenario en el que el presidente de la Federación Alemana de Asociaciones de Turismo manifestó su optimismo de cara a la Semana Santa. Norbert Fiebig aseguró que gracias a la campaña de vacunación, los turistas alemanes “deseosos de viajar” podrán hacerlo a Mallorca en verano y a Canarias incluso en la Semana Santa, aunque matizó que los que viajen a Canarias deberán pasar cuarentena a la vuelta. Pasar cuarentena es la condición actualmente impuesta para quien pretenda viajar. Fiebig defiende los intereses de un sector saludable y comprensible- no debería ser interpretado más allá de la declaración de un deseo que va a ser muy difícil ver cumplido.

 

Turismo de Canarias ha realizado desde marzo del pasado año varios intentos inútiles por atraer al turismo alemán, nuestro mejor cliente. Al principio se optó por explotar la mayor resistencia de Canarias a la penetración del Covid, con el plan Canarias Fortaleza, de cuya ejecución práctica y resultados no se tiene información oficial alguna. El uno de noviembre, la Consejería optó por abrir sin más las puertas de las islas, felicitándose por la recuperación de los dos principales mercados en temporada alta. Se habló incluso de lograr cinco millones de turistas en dos meses. Pero no sólo no llegaron, sino que hubo que volver a cerrar casi inmediatamente los ‘corredores seguros’.

 

 

Ahora se está creando una nueva expectativa ilusionante, que tampoco funcionará. Porque no se trata de lo que hagamos en Canarias y de cómo vayan aquí las cosas. Se trata de que amainen los contagios, tanto en los países emisores como aquí, de que no se pierda la capacidad de transportar turistas a las islas –hoy maltrecha por la crisis de las aerolíneas-, y de que no solo haya ganas de viajar, sino también posibilidad de permitírselo, tras al menos un año de economía bajo cero. Mientras en el horizonte no se produzca la alineación de esos tres factores, yo creo que los ensueños optimistas sólo nos llevan a la melancolía. Es mejor concentrar los esfuerzos en ayudar a las empresas a mantener el empleo y una mínima actividad, y con ello cierta capacidad operativa. Porque cuando esto eche a andar de nuevo, van a hacer falta una hostelería preparada para atender a los que vengan, una restauración con capacidad para reaccionar y una industria del ocio con ganas de hacer su trabajo. Los turistas acabarán viniendo. Lo harán en cuanto se den las condiciones para ello, Lo que debe preocupar a la consejera Castillo es que al llegar no se encuentren con un desierto devastado.

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