Espejos en los que no mirarse

Por Guillermo Uruñuela
Tengo la certeza de que cuando uno generaliza, se sitúa en una posición absolutamente vulnerable porque las excepciones siempre se lo podrán rebatir sin opción a réplica, pero es un riesgo que debo asumir. Aquello que voy a relatar seguramente se pueda hacer extensivo a muchos campos pero quizá por mi deformación vital lo vea más claro en el mundo del fútbol. Y, claro está, dentro de la esfera de la pelota habrá de todo.
Hace unos días David Aganzo (AFE), en representación del colectivo de futbolistas y secundado por los capitanes de los equipos profesionales españoles, comentó algo así como que se podría llegar a la huelga porque no están de acuerdo con la disputa de un partido en EEUU de La Liga y, uno de los principales motivos del descontento generalizado, es que no se ha tenido en cuenta la opinión del jugador.
El hecho de trasladar o no un partido a “Las Américas” me trae sin cuidado. El fondo de la cuestión es que Koke, Ramos o cualquier otro capitán diga que no les parece bien. En el mejor de los casos para ellos, aceptaría que saliera “su jefe”, es decir, el presidente del club competente, afirmado que no les interesa por el motivo que sea. Esta locura del fútbol ha invertido los papeles y ahora, los subordinados asumen el papel de mandamases.
En el fútbol he visto a jugadores pasar por encima de entrenadores y presidentes. Me he relacionado con futbolistas profesionales con estilos de vida discutibles; he comprobado cómo en la élite se pueden defender comportamientos barriobajeros encontrando siempre una justificación de humo. Las faltas de respeto hacia la máxima autoridad en un terreno de juego son una constante. Se ha perdido el sentimiento de pertenencia a un club... Tengo claro que el factor que ha descarrilado esta locomotora es el dinero. De eso no tengo dudas.
El futbolista recoge el espíritu más maleducado, infantil y caprichoso de nuestra sociedad. Con un sector que ha endiosado a unas personas con unos méritos limitados y discutibles.
Y considero que tendrían que ser conscientes de lo que representan, sobre todo, los más mediáticos. A los otros se les puede disculpar. Un tipo que gana 10 kilos netos al año no puede ir a la huelga por tener que hacer un viaje en primera clase para jugar un partido, de la misma manera que tiene derecho a sentir insatisfacción en su vida pero no debería afirmar públicamente que está triste en su mansión de La Finca.
A veces, cuando uno es guapo, rico y famoso le viene bien toparse con un “Ser Superior” que le sitúe en el lugar que le corresponde.