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Fantasías

Francisco Pomares

 

Lo que tienen los tiempos difíciles es la capacidad de poner todo patas arriba y que nadie se sorprenda lo más mínimo? Ayer, por ejemplo, vimos en el Parlamento nacional un catálogo de maravillas: vimos al nacionalcatólico Abascal convertido en defensor beligerante de la diversidad sexual, votando con Rufián (o Rufíán con él, tanto monta) en contra de la prórroga de la prórroga de la prórroga de la prórroga. Vimos al PP abstenerse después de haber enumerado Casado uno a uno todos los argumentos posibles para votar junto a Abascal y Rufián. Vimos a Arrimadas aprobar lo mismo que el PSOE y Podemos y el PNV, defendiendo sin embargo en su intervención los mismos argumentos que Casado y Abascal.

 

Ayer, el Congreso volvió a ser la demostración palpable de cómo la política que hoy se hace ha dejado de responder a las creencias de los diputados, a los criterios ideológicos de sus partidos, o a la defensa de los intereses de quienes dicen defender, y se ha convertido en un sistema de códigos, un juego de posiciones, cuyo único sentido es mantenerse en el propio juego. Ayer, Abascal y Rufián parecían dos demócratas radicales, el PSOE y Podemos (la izquierda) actuaban como dos partidos entregados (más que sometidos) a sus propios liderazgos, y el PP y Ciudadanos -a pesar de sus distintas posturas a la hora de votar- asumían su rol de puras comparsas en el monopoly de un gobierno imposible. Ayer vimos también a los partidos regionales -a todos, desde el cántabro a los canarios, pasando por el muy exótico partidete turolense- vender cada cuál a cambio de una declaración para su público, unos votos innecesarios desde que Casado -como todos ellos y todos nosotros- descubrió que votar en contra de la prórroga era votar contra la tranquilidad de la mayoría de los ciudadanos. En fin, que ayer fue un día de fantasías ilustradas en el Congreso, un día en el que todos subieron el tono e impostaron el discurso, para hacer exactamente lo mismo: dejar que la rueda de las mentiras siga girando.

 

Porque ayer se volvieron a escuchar voces explicando que este Gobierno es diferente, y que la demostración de que es diferente es que ha evitado el ajuste. Este Gobierno no salva bancos, sino personas, y por eso no volverán -mientras gobierne este Gobierno- los viejos ajustes sobre las espaldas de los trabajadores. No pasara mucho tiempo antes de que sobre esta declaración se hagan los mismos memes feroces que hoy se hacen sobre la promesa del insomne Sánchez de no pactar nunca con Iglesias. Antes de que termine este año, habrá recortes en los salarios de los funcionarios, y es probable que el año próximo se aprieten las clavijas de lo público retocando las pensiones y subsidios, subiendo el IVA y haciendo machuca y limpio sobre las exenciones fiscales de todo tipo. Camuflarán la evidencia de que las crisis las pagan siempre los mismos, creando nuevos impuestos con nombres escogidos que suenen a acotar los beneficios, a perseguir la riqueza, las grandes fortunas, las grandes corporaciones o el lujo, pero que no podrán ocultar la verdad más socorrida y recurrente de la historia de la civilización: llegado el momento, cuando todo salta por los aires, las administraciones piensan siempre en salvar su propio trasero antes que en salvar el de sus administrados. Y eso -salvarse a sí mismas- las administraciones y gobiernos lo logran aplicando una receta archiprobada en las cocinas del poder: saquear los ahorros y recursos de las clases medias. Todo lo demás son fantasías.

 

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