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Gracias y desgracias de Pasquino

Por Álex Solar

 

 

Cuando yo tenía doce años no existía Internet, la Revolución Cubana era muy joven y verde, no solo olivo sino de esperanza. Mi progenitor, como tantos intelectuales y artistas sudamericanos, simpatizaba con la causa de Fidel Castro y ese fue el motivo por el cual un día, al salir de clase, me encontré con un cartel difamatorio con unas viñetas, pegado en el muro de una calle , donde lo trataban de todo menos de guapo y de “comunista con cuotas al día”. Apenado, le conté lo que había visto y la vergüenza que sentía de pensar que a lo mejor mis compañeros de clase lo habían visto también. El hombre me dijo que no me preocupara y me recordó lo gracioso que me parecía el libro de Quevedo “Gracias y desgracias del ojo del culo”, que tenía en su biblioteca: “La sátira mandó a su autor a la cárcel, pero hay que reírse de ella o con ella”.

 

Cuando apareció “El Agitador” escribí que era saludable que se satirizara con viñetas y gracietas a los poderosos e intocables. Estos discípulos de Pasquino, un zapatero de Roma que gustaba de reírse de los demás en compañía de un grupo de ociosos ciudadanos, me parecieron graciosos en alguna ocasión. Más tarde vi que el pasquino conejero era un aspirante a político y que su página era una herramienta más en su camino al poder. Por eso no me hace gracia este libelo al servicio de objetivos políticos, que más que marxista se revela freudiano y narcisista, rozando lo escatológico y lo obsceno en sus obsesiones persecutorias. Que, por supuesto, no tienen por objetivo a sus adeptos y afines. Que conste que esta es una crítica desde la izquierda, no en contra de Podemos. Mi voto contribuyó a poner en el Parlamento a la primera diputada negra, de Alicante.

 

Descuiden los damnificados, víctimas del aguijón agitador. A menos que se tengan malas las defensas, no hay peligro de shock anafiláctico. El PP conejero ha salido como un Quijote, lanza en ristre a defender el honor mancillado de Dulcinea del Toboso, Astrid Pérez, convertida en una curvilínea cliente de una “Hot Line” que soluciona pufos urbanísticos en la página de marras. No veo machismo en ello, aunque sí lo hay en el boli de Aznar en un escote de una periodista. Lo políticamente correcto no tiene aplicación en el caso y seguramente la justicia lo aclarará mejor que yo, que no soy jurista sino periodista, y como tal me veo obligado a defender la libertad de expresión dentro de sus límites.

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