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Hablemos con datos; sin demagogia

Andrés Martinón

 

Hace unos días se hacía público un informe del Colegio de Economistas de Las Palmas en el que se ofrecían cifras altamente reveladoras sobre la aportación del alquiler vacacional en la economía canaria. Llamaba la atención varios datos. Uno, es que solo esta modalidad de alquiler genera, ya de por sí, el doble que todo lo que aporta el sector primario y una segunda cuestión, que el 65 por ciento de las viviendas en régimen de alquiler vacacional se encuentra en suelo turístico. Me voy a detener aquí.

 

Me detengo porque esa cifra en Lanzarote es aún mayor, ya que en nuestra isla el 75 por ciento, según el Centro de Datos del Cabildo, de las viviendas vacacionales están en los tres municipios turíticos (Tías, Teguise y Yaiza). Y qué es lo que revela esta cifra. Pues para mí está claro: que el mantra que se repite que el principal problema de escasez de vivienda viene determinada por la eliminación de pisos y casas del alquiler de larga estancia es falsa. Este informe lo que viene a decir es que en islas como en Lanzarote el vacacional ha recuperado como viviendas vacacionales apartamentos que fueron construidos para ser explotados pero que en años de crisis fueron reconvertidas en residenciales y ahora con el fenómeno del turismo vacacional regresan a su estado primigenio. Es decir, vuelven a ser apartamentos turísticos.

 

Yo lo veo claro. La sociedad canaria está “caliente” por la falta de vivienda. Eso es lo que es. La manifestación del 20-0, menos seguida que la de abril, solicita un cambio de modelo turístico. Hasta ahí podemos estar de acuerdo. Nuestro sector turístico es como una casa que se construyó en los años sesenta y necesita una reforma. Pero la casa sigue siendo una buena casa. No sé si me explico.


En la manifestación había gente que solicitaba una mejor redistribución de la ganancia de este sector. Yo entiendo ahí que se debe ir contra el todo incluido o algunas fórmulas hoteleras contrarias al sentido Premium que se busca, pero culpar al vacacional de que no redistribuye la riqueza es completamente falso. No hay modelo turístico que comparta más: primero un pequeño inversor que gana una renta mensual por una propiedad (luego hablaremos de grandes tenedores. Esa es otra historia); luego vienen restaurantes, alquiler de vehículos, contratación de servicios de limpieza externos, agencias que crean nuevos puestos de trabajo, etc, etc. Mis escasos conocimientos en economía me impiden ver que modelo turístico de reciente creación sume más efectivos.

 

Sobre los grandes tenedores, el informe del Colegio de Economistas dice que el 95 por ciento de las viviendas vacacionales están en manos de pequeños propietarios y por tanto solo el 5 por ciento pertenecen a personas o empresas que poseen más de 5 inmuebles. Es decir, no puede haber un modelo más democrático que el del turismo vacacional.

 

Finalizo este alegato diciendo que no me gustan las prohibiciones. Le tengo miedo a los partidos políticos que amenazan continuamente con moratorias y obligaciones y que meten todo en el mismo saco. Considero que vivimos en un paraíso y que tener una propiedad que puede tener un doble uso: el de lugar de residencia o el de una renta que llega por esa inversión es una bendición y no una carga. Además, tenemos la suerte de que la vivienda en un momento determinado más que un refugio puede ser la salvación económica de una persona o una familia. Y como decía Manolo Vieira: “Y quién lo quiera coger, que lo coja”

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