Improvisando, que no es poco

Guillermo Uruñuela
En casa la rutina siempre era la misma. O parecida. Mi padre se iba a trabajar antes de que sonara la corneta y la tropa se pusiera en funcionamiento. Recuerdo cómo entraba en la habitación todos los días a eso de la siete y media de mañana para darnos un beso, sin excesivos alardes, posando sobre nuestras frentes su mano que previamente había besado y se iba. Era su rutina; una rutina que precedía al despertar de cuatro hermanos que nos levantábamos con nuestra madre en la cocina preparando desayunos y bregando para no llegar tarde al colegio. Nos acicalábamos y entre bostezos nos dejaba en el centro para continuar con la jornada. Llegábamos a casa, comíamos, cada cual a los suyo por la tarde, estudiábamos, cena, baño y a la cama.
Se trataba de una vida sencilla en la que el camino era claro. Te explicaban lo que estaba bien y lo que estaba mal, y además mis padres lo practicaban. Los estudios era cosa nuestra, el deporte una mera actividad sin más pretensiones que las de adquirir hábitos saludables (y supongo que una vía de escape para no estar dando por saco en casa), las reglas de casa normales y asumibles. Es decir la vida se orquestaba dentro de una naturalidad que además era aplicada en la gran mayoría de familias de mi entorno; y me atrevería a confirmar que se daba en toda una sociedad que se ha convertido en la última con un manual de estilo parecido al de las anteriores generaciones.
Luego todo cambió.
Mejor dicho. Muchas de las cosas que vivimos ya no existen o por lo menos tienen otra forma. La guía que nos han entregado a todos aquellos que tenemos entre 35 y 50 años, diría, se ha quedado tan obsoleta que ya dudas de que sirva para algo. Yo creo que sí, pero con el paso de los años ya no lo veo tan claro.
Ahora las familias se parecen poco o nada al concepto en el que nos criamos. Los estudios -más aún los universitarios- han pasado de ser fundamentales a un apéndice quizá prescindible. No lo sé. La irrupción de las nuevas tecnologías y el entramado digital han roto los esquemas e incluso la forma de buscar una salida laboral ha cambiado tanto que los campos tradicionales se están quedando huérfanos para dar paso a unas posibilidades antes inexistentes.
Este espacio del que dispongo es muy limitado como para pormenorizar los cambios que nos ha tocado asumir a toda una generación a nivel laboral, educacional, familiar, social… Tantas variaciones, que además continúan mutando constantemente, imposibles de digerir. Todos aprendimos que dos más dos eran cuatro. Era nuestro mundo. Ahora me planteo que la suma tenga ese resultado final y, claro, uno se cuestiona si ha aprendido mal. Por eso creo que la gran mayoría nos encontramos igual. Transitando un mundo que nada tiene que ver con el que nos mostraron, e improvisando, que en los tiempos que corren, aseguraría que no es poca cosa.