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Justino o los infortunios del azar

 

Por Alex Solar

 

No creí que la lloriqueante escenificación de la vez anterior pudiera ser superada este año, pero el anuncio del que es protagonista un tal Justino, un mostachudo vigilante nocturno de una fábrica de maniquíes,  rebasa los límites de la sensiblería y la astucia desplegada por el monopolio estatal de la fortuna navideña. La animación, que en los últimos tiempos toma fuerza en el cine y la publicidad, era el arma secreta que nos tenían preparada los estrategas de este camelo, con la ayuda de unos estudios extranjeros, pues todo el mundo sabe  que el muñeco es tan sueco como un trasto de Ikea, aunque mucho más robusto y solo útil para incitar a la ludopatía en estos tiempos de crisis económica.

 

Un asunto que podría tener serias repercusiones en las próximas campañas publicitarias,  es que hay un proyecto de Real Decreto que limitaría seriamente las condiciones en que se elaboran y emiten estos anuncios. La Ley de Juego, aprobada en 2011, a la espera aún de desarrollar el texto respectivo, establece que el Estado debe actuar con responsabilidad social y ha de evitar los efectos perniciosos del juego sobre los consumidores. También se ha de evitar que forma y contenido puedan suscitar la atención o interés de menores de edad. Díganme Uds. si el dibujo animado no se presta para ello y si el bueno de Justino no se merecería un varapalo. También el texto propuesto para su aprobación prohíbe a las figuras de notoriedad pública que hayan participado en obras audiovisuales y culturales dirigidas a público infantil y juvenil, aparecer esas comunicaciones. De modo que adiós a gente como Niña Pastori, Raphael, Bustamante y  la Caballé.   Tampoco serían admisibles anuncios que hicieran referencia a valores, ideas, tales como la libertad, las ilusiones para conseguir el gran bote, el éxito o el lujo mediante el juego. Los grupos vulnerables (pobres y parados) no deben ser objeto de este tipo de anuncios según el artículo 9.1 y deberán estar protegidos. Y menos aún se permitirá que “se desacredite a las personas que no juegan u otorguen una superioridad social a aquellas que juegan” (9.2.c).

 

Con esto, ninguno de los anuncios que hemos conocido (y sufrido, añadiría) sería posible y no me explico que harán los publicitarios en el futuro, de aprobarse este justiciero texto. Puedo pasar las navidades sin turrón y sin ellos, me da igual.

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