Viernes, 05 Diciembre 2025
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Francisco Pomares

Francisco Pomares

 

Los congresos políticos tienen su propia y particular liturgia. Hay discursos, himnos, aplausos y frases destinadas a las crónicas del día siguiente. Pero lo más interesante, casi siempre, no está en lo que se dice, sino en lo que no se dice. O en quién no está para escucharlo.

 

El primer congreso de Municipalistas Primero Canarias ha sido un éxito en términos de asistencia y de relato: más de mil quinientas personas llenando Infecar, bucios sonando, emoción y la sensación de que algo importante se mueve en la política canaria. El acto tenía vocación de ser punto de partida, pero se convirtió en la puesta de largo de un proyecto de reunificación nacionalista surgido en Gran Canaria. Donde se produjo la ruptura hace un cuarto de siglo. Y con Coalición observando en primera fila y aplaudiendo con entusiasmo.

 

Sin embargo, el congreso no estaba completo. Ayer se materializó una gran ausencia, y esa ausencia fue mucho más elocuente que cualquier otro discurso: Onalia Bueno, la alcaldesa de Mogán, que hasta hace pocos meses representaba la esperanza blanca del municipalismo nacionalista en Gran Canaria, la figura que -se decía-, podía articular un puente entre los independientes y el nacionalismo, la que -dentro y fuera de Coalición- se veía como la dirigente con mayor proyección y capacidad de liderazgo local en la isla.

 

Onalia no fue al Congreso. Y estaba invitada, no se trató de una ausencia casual. No fue una cita imposible en la agenda ni un malentendido. Fue una decisión calculada, medida al milímetro, y por eso mismo llena de significado. En política, cuando uno no acude a una cita de importancia es corriente que se esté mandando un mensaje.

 

El congreso de Primero Canarias fue el bautizo de un proyecto que ya sabe que va a ser importante, cuando no determinante, en el futuro del nacionalismo en las islas.  Su presidente, Óscar Hernández, habló de diálogo, de unidad, de la necesidad de dejar atrás viejos rencores. Teo Sosa insistió en lo mismo: construir con calma, con cimientos sólidos, con lealtad. Y la presencia de Fernando Clavijo y la plana mayor de Coalición Canaria es una señal evidente de que el nacionalismo trabaja en su reagrupamiento. Ya está haciéndolo.

 

En ese contexto, la ausencia de Onalia tiene algo de paradoja: una de las líderes más representativas del municipalismo grancanario no estaba en el congreso que consagra al municipalismo como eje del nuevo nacionalismo. No se trata solo de un gesto personal; es una señal política, y creo que se trate de una manifestación de desinterés.

 

Durante meses, Ramos ha mantenido una relación ambigua con Coalición Canaria: cercana en el discurso, distante en la práctica. Su poder local -el que le da gobernar Mogán y contar con el apoyo de más del setenta por ciento de los votantes-, le ha permitido jugar con la ventaja de quien no necesitar pedir nada a nadie. Aunque a veces la suficiencia produce que se confunda independencia con aislamiento, y autonomía con desconfianza.

 

No acudir al congreso puede ser una forma de mantener su trabajada fama de outsider, de dirigente libre, que no se somete a ninguna disciplina. Pero también puede ser un error político en un momento en que el nacionalismo busca recomponerse después de años de divisiones, rencillas y pequeñas vanidades. Si algo demuestra el acto de Infecar es que la política canaria vuelve a pensar en clave de unidad, y quien no se sume ahora puede quedarse fuera.

 

La ausencia esperada de Nueva Canarias también pesa. Básicamente confirma que los viejos resentimientos siguen vivos, y que el nacionalismo progresista prefiere jugar con otros antes que mezclarse de nuevo con su antigua familia. Es un gesto de orgullo, pero también de miopía política, una demostración de la incapacidad de un partido acabado para superar sus rencores.

 

Primero Canarias nace con la voluntad de ocupar el espacio del municipalismo como punto de encuentro, la política desde abajo como nueva fórmula de cohesión. Su discurso es el de la sensatez: menos siglas, más territorio; menos consignas, más gestión. Pero el éxito del proyecto dependerá de que nadie se crea imprescindible, y de que todos -por supuesto, también Onalia- entiendan que este es el momento, que no hay lugar ni tiempo para instalarse en el aislamiento. El nacionalismo no puede permitirse prescindir de nadie en Gran Canaria. Ni de los veteranos, ni de los desencantados, ni de los independientes. Cada alcaldía, cada agrupación local, cada militante cuenta. La foto de Infecar —con Clavijo, Rodríguez y Sosa mirando hacia el futuro— es potente, pero incompleta. Faltan piezas. Y en política, como en la vida, hay trenes que solo pasan una vez.

 

Onalia debería decidir ya si quiere quedarse en el andén.


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