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La epidemia de la falsedad

 

 

Andrés Martinón

 

 

 

Reconozco que siempre me ha gustado la épica del periodismo deportivo. Me encantan esos deportes que nunca practiqué ni practicaré pero que siempre abordan historias tan humanas que a veces hace falta la narración deportiva para hallar el significado. El boxeo o el ajedrez son deportes antagónicos a mi forma de ser, pero quien no ha perdido alguna vez “a los puntos” o ha quedado “noqueado”. Quien no le dio “jaque mate” a un rival o se “enrocó” en una relación.

 

El fútbol también las tiene buenas. Me gustan ese tipo de frases como que “Un buen ataque gana partidos... pero una buena defensa gana campeonatos”. Y mi preferida y epicentro de este artículo es la siguiente: se la vi en un artículo a Valdano pero él gentilmente aludió al autor original: nada más y nada menos que el gran Arrigo Sacchi. El técnico italiano dijo algo así como que “El fútbol es, de las cosas menos importantes, la más importante”. Bufff, vaya profundidad. Filosofía pura.        

 

Pues con esta frase aprendida se me dio la siguiente situación. Veía un partido de fútbol en mi casa. Lo veíamos mis suegros, un hijo mío y quien escribe. El partido discurría con normalidad. Y mi hijo al ver el énfasis que los adultos prestaban al partido preguntó: “Papá, ¿es importante el fútbol?”. Me rio ahora de pensar que nunca me pusieron una pregunta tan a huevo. Lógicamente, respondí sin titubear que “El fútbol era de las cosas menos importantes, la más importante”.

 

Mi hijo quedó pensando y entendió la frase, pero lo mejor fue la cara de mis suegros. Creo que todavía los veo mirarme con admiración a la vez que se veía el engranaje de sus cerebros asimilando la súper frase que acababa de pronunciar. Era como ver el mecanismo de un reloj o aquella escena en la que Charles Chaplin se colaba entre la maquinaria pesada de 'Tiempos Modernos'. Y es aquí a donde va verdaderamente el artículo.

 

Me pude callar. Seguir viendo el partido y dejar que mis suegros creyeran que tenían en casa a una especie de Nitzsche o de Arístóteles. Pero no pude. No era capaz de permanecer ante ese abuso o engaño. No podía dejar que ellos pensaran que algo que no era mío lo consideran de tal manera. Y acto seguido tuve que contarles toda la historia del artículo de Valdano y de la frase de Sacchi.

 

Quiero decir con esto, la falsedad, uno la tolera o no la tolera y yo, ya sea por educación, por decisión propia, por inseguridades de que me acaben descubriendo o por lo que sea, no la tolero. Y sin embargo, y aquí no hablamos de deporte, aquí hablamos de política, de relaciones sociales, de la vida misma... La falsedad o llámese hipocresía, están llegando a puntos insospechados en la vida pública actual y lo que es peor, que se tolera o se permite a coste cero.

 

 

Y aquí hago alusión directa a los populismos actuales, ya sean de izquierda-izquierda o de derechas-derechas (términos inclusivos y no agresivos que se tienen que utilizar en la actualidad). Reniegan de una cosa y la practican o ya la estaban practicando sobre la marcha. Enfrentan a determinados grupos y no les importa haber hecho lo contrario de lo dicho. No tengo que dar más detalles de los que más hipocresía han mostrado. Repito, a ambos lados del espectro político. Pero quizá ese sea un elemento en común en este tipo de políticas de digestión rápida y poco entendimiento. Queridos lectores, hay una pandemia sanitaria pero quizás estamos ante otra más peligrosa: la epidemia de la falsedad.

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