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La finlandización de Ucrania

Francisco Pomares

 

Más de cien mil soldados rusos se encuentran ya en la frontera de Rusia con Ucrania. La comunidad internacional y Kiev temen un ataque inminente, y aunque Rusia asegura no tener la intención  de invadir el territorio de la antigua república soviética, en Ucrania existe la creciente sensación de que Rusia está en condiciones de iniciar cuando quiera una invasión corta y victoriosa, similar a la que en 2014 se produjo en Crimea, después anexionada a Rusia tras un referéndum controlado militarmente. Mientras Occidente balbucea, o amaga con sanciones, Putin juerga a un juego que conoce bien, que es el de provocar para ganar. Rusia probablemente no ira a una invasión total de Ucrania, pero seguirá dando pasos para lograr en la práctica que Ucrania que bajo la órbita rusa, o se convierta en un territorio neutral al estilo finlandés. El caso de Finlandia es singular: su territorio perteneció a la Rusia zarista, de hecho la región finlandesa de Karelia pertenece a Rusia, pero el país –miembro de la Unión Europea- siempre ha mantenido unas muy correctas relaciones de vecindad con Moscú.

 

La actual Ucrania, a la que Rusia discute sus fronteras, nació a mediados del siglo IX, entre Nóvgorod y el valle del Dniéper, en lo que se llamó la Rus de Kiev, una superpotencia medieval, hegemónica en la Europa del Este, integrada por los actuales territorios de Ucrania, Bielorrusia y Rusia hasta los Urales. La Rus perdió fortaleza cuando Bizancio inició su decadencia política y comercial, y acabó por fraccionarse en el siglo XII, en guerras de grupos rivales que no pudieron evitar la invasión mongola de todo el país .

 

Los pueblos bielorrusos, ucranios y rusos, junto a otras etnias eslavas menores, reivindican la Rus como origen de su propia historia, aunque rusos y ucranianos tomaron direcciones muy distintas, y dieron lugar a lenguas diferentes. La actual Ucrania es un estado nuevo, fijado territorialmente sobre la división de la antigua URSS que decidió directamente Lenin incorporando a Ucrania Crimea y los territorios del Este, con contingentes de población de origen y lengua rusa. A eso se une que Ucrania nunca fue independiente hasta la voladura de la URSS en 1991. Y que desde entonces, Rusia ha presionado sin disimulo alguno para establecer gobiernos títere en Kiev, apoyar revueltas locales de la población rusohablante y evitar por todos los medios que el país se acerque a la órbita occidental. Putin suele afirmar que rusos y ucranianos son un solo pueblo y forman parte de lo que él llama la civilización rusa, algo que enfurece al nacionalismo ucranio, y que explica por qué Ucrania ha vivido desde la independencia dos procesos revolucionarios, uno en 2005 y otro en 2014, nacidos del rechazo a las imposiciones rusas, a los gobiernos colaboracionistas de Moscú y por el deseo de incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN. Ese ingreso en la OTAN es el límite que Putin no está dispuesto a tolerar, y el origen de un conflicto que se arrastra desde hace casi veinte años y que en las últimas fechas ha reverdecido como un nuevo episodio de la guerra fría.

 

El problema es que Putin no se va a conformar solo con un inaceptable acuerdo para que Ucrania no se incorpore a la órbita occidental: quiere a Ucrania fuera de la OTAN, pero también exige la renegociación de las fronteras para anexionarse los territorios de mayoría rusa, y poder mangonear la democracia ucrania a su antojo. Es obvio que EEUU y la UE no pueden aceptar ninguna de esas tres exigencias. Pero la pregunta que hay que hacerse es hasta dónde llevaran su respuesta si Rusia decide entrar en guerra con Ucrania, un país que aún no es miembro de la OTAN, y por cuya soberanía ningún soldado europeo o estadounidense va a dejarse la vida. Después del fiasco de Afganistán, no están ni EEUU ni la OTAN para sacar pecho. Porque esto es la realpolitik, tan antigua como Bismark y Metternich, y mucho más vieja que Ucrania. Y si uno no está dispuesto a la guerra, más vale contemplar otras opciones. La de finlandizar Ucrania quizá no sea la más mala

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