La generación de la leche en polvo
Andrés Martinón
Hace ya algún tiempo me llevé a mis hijos y a un amiguito de ellos a una conocida hamburguesería de Arrecife (su nombre empieza por Súper y termina por Guay). Llegó el momento de pedir: Refrescos y hamburguesas para todos. Al último que le llegó el turno fue al amigo. Tendría unos 11 años y pidió una hamburguesa con no sé cuántos ingredientes. Cuando el camarero creyó que ya había terminado de pedir, el ‘menudo amigo y amigo menudo’, terminó ordenando que la hamburguesa estuviera “poco hecha”. El camarero, con gran picardía y sentido del humor, me miró y me dijo: “¿A éste de dónde lo has sacado?”.
Me río al recordar la escena. Y es que hoy en día nuestros menores han evolucionado en sus gustos gastronómicos, y en general, de una forma brutal. Niños con menos de diez años comen sushi con una técnica de palillos que parecen sacados de una película de Zhang Yimou; marisco como si fueran políticos con la tarjeta black o se saben los tipos de ganado vacuno y de corte argentino como verdaderos gauchos de la Pampa.
Esto me hizo reflexionar: ¿Cuándo se pasó de comer galletas María con mantequilla a gofres, crepes y demás alta bollería con nombre francés? Y creo saber la respuesta. Bueno no sé si la respuesta, pero sé dónde estuvo el corte; dónde se produjo el salto que derivaría en la explosión de una sociedad canaria de consumo y de alto nivel de vida.
El salto, señores y señoras, se produjo cuando la última generación de canarios dejó de beber leche en polvo.
La leche en polvo, para los que la (iba a decir, sufrimos) la vivimos era como un vestigio de la postguerra que quedó solo en el archipiélago. Un producto lácteo de supervivencia que aguantó creo yo recordar hasta casi finales de los años 80. Quién no recuerda a nuestras madres hirviendo el agua y luego añadiendo el polvo amarillento. Luego quedaba preparado para el consumo instantáneo o para dejarlo enfriar y utilizar posteriormente.
Quien no recuerda las marcas: Millac, Anita o Lita. Todas con una etiqueta con niños o mujeres (creo que Lita tenía a una enfermera en el empaquetado). Quien no recuerda coger del producto directamente de la bolsa con una cuchara y crearse la bola aquella en el paladar. Pero yo sobre todo recuerdo la leche aquella como media insulsa. Alguna de las marcas publicitaba que la leche tenía grasa de origen vegetal. Todo un contrasentido. Luego llegó la de tetrabrik que sorprendía con un sabor más intenso. Entiendo que más cercano al verdadero sabor del producto sacado de las ubres de las vacas.
En definitiva, que a todos aquellos padres que crean que a los niños hay que darle todo tipo de productos de alta cocina, recordarles que nos criaron con leche en polvo y que no sé si sirvió para mucho, pero sobre todo para valorar las mejoras que llegaron en el futuro. Todo es relativo. Lo dijo Albert Einstein.