PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

La hora de la coherencia

Usoa Ibarra

 

Con esta pandemia que parece interminable hay quien considera que existe una notable diferencia en el estado anímico de los que la viven a través de los medios de comunicación y los que mantienen una postura distante y crítica con ellos y con el propio sistema dominante.

 

Según los que argumentan esto: los primeros estarían apegados al miedo constante y a la incertidumbre, mientras que los segundos vivirían menos vulnerables a las presiones y la corriente de opinión (que con la pandemia del covid ha mutado en repetidas ocasiones, en paralelo, a la aparición de nuevas variantes).

 

Es posible que desconectarse un rato del ruido mediático sea necesario, para ejercitar la perspectiva entre lo que les pasa a otros y lo que nos pasa a cada uno de nosotros en nuestro entorno más próximo y personal. Y así, ajustar y ponderar lo que está ocurriendo con lo que realmente nos afecta. Pero, igualmente, al tratarse de un virus global, humanitario y terráqueo, lo más razonable es no desterrar las advertencias que se hacen a través de los medios de comunicación, a la par que se debe mantener un criterio crítico sobre las mismas, que nos permita vivir, ni de espaldas al virus, ni obsesionados por él.

 

Lo cierto es que la economía no puede permitirse un estado de alarma permanente, ni tampoco una irresponsabilidad colectiva, pero con las herramientas actuales, materializadas en protocolos que invaden los espacios públicos y nuestra propia relación social, parece más que oportuno (siempre conservando los criterios de prudencia) que levantemos el pie del freno en algunas cuestiones.

 

Por ejemplo, no pareció de recibo en su momento la postura liderada por el Cabildo de estrangular la cultura insular (cuestión afortunadamente ya resuelta), ni tampoco parece de recibo que se considere el turismo como un vector de contagiosidad mundial del virus. Y es por eso que la celebración de FITUR (Feria Internacional de Turismo) se considere un punto de inflexión en esta crisis sanitaria.

 

Y para demostrar realmente que se tiene capacidad para promulgar la estabilización del turismo se ha optado por una celebración presencial en IFEMA, y con ello, por una demostración práctica de que viajar es seguro, ya que el sector turístico no ha dejado de trabajar por recuperar clientes y volúmenes de ocupación con estrategias vinculadas con las necesidades actuales.

 

La flexibilidad con la que ha actúa el sector, la profesionalidad a la hora de generar confianza, y la aplicación de criterios comunes (aspecto que se ha echado de menos en el ámbito institucional y político) han permitido que las ganas de hacer la maleta  y de viajar no hayan decaído.

 

Ahora queda que los gobiernos no sigan impidiendo ese flujo natural de personas que buscan desconectar de su rutina, porque de nada sirve  que se impongan restricciones que se demuestran ineficaces, aleatorias o excesivamente paternalistas cuando con la sexta ola se ha demostrado que no se han fortalecido las leyes para imponer un criterio único de actuación, ni se ha trabajado en la prevención para que la nueva escalada de contagios no fuera un nuevo caos.

 

En esta coyuntura, el potente sector turístico nacional ha optado por no seguir con la flagelación colectiva y consolidar vías de recuperación viables.  Lo hace con una postura coherente desde que se inició la pandemía, poniendo el acento sobre la necesidad de generalizar los test de antígenos para que la población se mueva con seguridad y para salir de la rigidez gubernamental de unas restricciones, en algunos aspectos, tumbadas en los tribunales.

Comentarios (0)