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La mala memoria  

 

Antonio Salazar

 

Ha estado Cristóbal Montoro conferenciando por Canarias. Quien fuera Ministro de Hacienda en el Gobierno de Rajoy fue el invitado de un diario local y de una organización que vale para todo, lo mismo contrata a Belén Esteban, que promueve al “Pequeño Nicolás” o invita al troll de Gonzalo Bernardos, un economista cuyo principal mérito fue negar la burbuja inmobiliaria todavía en el año 2008. Allá cada uno con sus coherencias. Pero lo de Montoro es llamativo, un tipo venenoso para el país y para su propia organización política -el Partido Popular no levanta cabeza después de que este remedo de Atila ocupara aquella cartera económica-.

 

Que este personaje pueda moverse en público sin salir abucheado solo debería explicarse por una razón bien prosaica, le escuchan personas educadas. Ser educado es un valor que las más de las veces y en los tiempos actuales se echa en falta, sobre todo en las redes sociales. Pero contar con esa virtud no anula otras carencias, se puede ser una persona exquisita en el trato y un desmemoriado o, incluso, no contar con los conocimientos adecuados para alcanzar a entender el daño que Montoro, por delegación de Rajoy, infringió a este país.

 

 

En 2011, justo cuando ganan las elecciones, se presentan ante los españoles para decir que las cosas estaban mucho peor de lo que les habían contado, que un desvío en el déficit de 4 puntos de PIB obligaba a dejar en una gaveta su programa electoral y subir sin tasa los impuestos para equilibrar las cuentas públicas. Nótese que esto lo hizo un partido que, durante ocho años, insistió en el carácter mentiroso del Presidente Zapatero. Ya es mala suerte que la única vez que le creyeron fuese la que brindaba la oportunidad de no efectuar ningún ajuste notable y sí expandir el tamaño del estado. Recordemos que la célebre austeridad consistió en rebajar el gasto, no con respecto al año 2007 -el último antes de la crisis- que era lo que se requería, tan solo con respecto al año 2010 después de varios presupuestos expansivos de Zapatero. Un disparate mayúsculo porque la consolidación fiscal, para ser exitosa, pasaba por reducir el gasto de manera mucho más apremiante y decidida, luego quizás subir algo los impuestos, conclusión alcanzada por Alberto Alesina tras estudiar las medidas fiscales de dieciséis economías avanzadas en los últimos cuarenta años, sentenciando que el coste de los recortes es mucho menor que el del aumento de impuestos. Rajoy y Montoro podían elegir entre pasar a la historia o ganar las siguientes elecciones, ya sabemos cómo les fue y, por eso sorprende, que aquellos que mantuvieron a duras penas sus trabajos -autónomos, empresarios y trabajadores por cuenta ajena- acudan a escuchar, solícitos, al causante de sus males.

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