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"La Nochevieja en que bailé con putas"

Por Guillermo Uruñuela

 

Si alguna costumbre he mantenido con el paso de los años es la de no faltar a mi cita con la columna que Arturo Pérez-Reverte nos brinda en el XL Semanal. Llega el domingo y sé que ahí me está esperando. El académico me ganó hace ya algún tiempo y se situó en lo más alto de mi pedestal literario. Empecé devorando sus novelas pero su faceta articulista es la que me acabó por conquistar.

 

Eran las 12:55 de un lunes cualquiera y tenía que comenzar pocos minutos después el programa radiofónico que dirijo, a diario, con más voluntad que acierto. Quedaba poco tiempo para arrancar el directo y me saltó el artículo que no había leído el domingo: "La Nochevieja en que bailé con putas". ¡Qué título!; imposible resistirse. Raquel, entretanto, siempre paciente y elegante en su forma de proceder, me indicaba desde el control que casi estábamos en el aire así que me detuve en mi lectura. Quería degustar el texto y de aquella manera, a las prisas, no iba a poder disfrutarlo así que cerré la pestaña y comencé la emisión.

 

Reverte es un genio. Una de las deudas que tengo conmigo mismo es conocerle en persona sólo para agradecerle lo feliz que me ha hecho en tantas ocasiones. No voy a descubrir ahora sus dotes como escritor ya que sería un absurdo pero sí me gustaría resaltar una faceta en la que lo considero único. La elección de los titulares.

 

El título de un artículo lo es todo. El resto se desarrolla bajo el amparo de esos caracteres imprescindibles. No hay buen artículo mal titulado.

 

 

Me he leído casi todos los artículos de Arturo, entre ellos, el de las señoritas citado anteriormente donde nos relata una de sus historias cuando ejercía como reportero de guerra. (Rumanía, 31 de diciembre, whisky, periodistas, prostitutas, cigarros y compadreo... no cuento más). Los conservo a través de varios libros (Patente de Corso; Con ánimo de ofender) que recopilan los escritos de una década. Los más actuales los he leído sin conservarlos.

 

Hay títulos que son magistrales y si uno no cae en la tentación de leérselos es que no los merece. "El tren expreso", "Perros e hijos de perra", "El pequeño serbio", "Pajínas kulturales", "Una tarde con Carmen", "Fuego de invierno", "Libros viejos", "Mi amigo el narco", "Desayuno con coñac"... son sólo algunos de los envoltorios de las pequeñas obras de arte de Reverte. Todas las situaciones cotidianas merecen unas líneas; sólo hace falta talento, una visión enriquecida y un buen encabezamiento.

 

Estoy convencido de que si han llegado hasta aquí en su lectura no es por otra cosa que por la Nochevieja... y las putas.

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