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La nueva inquisición

Mar Arias Couce

 

Durante años hablar en España de la Santa Inquisición era devolver a la memoria colectiva imágenes de un pasado que querríamos olvidar. La quema de brujas y la capacidad para juzgar a los demás sin conocerlos realmente, parecía un episodio olvidado. Aquellas esperpénticas imágenes de mujeres que por cultivar hierbas y practicar la botánica eran acusadas de acostarse con el diablo o cosas peores, suponen uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Un pasado que parecía enterrado y superado. Nada más lejos de la realidad. En pleno siglo XXI, las redes sociales se han convertido en un auténtico inquisidor de apariencia jovial y lúdica, pero cuyo yugo pesa sobre todos nosotros.

 

Es la realidad, el anonimato hace valientes a los más cobardes y hay mucho anónimo en la red que vierte todas sus frustraciones en criticar a los demás hasta hacerlos pedazos.

 

Es cierto que Facebook, Instagram, Twitter y demás plataformas sociales tienen muchas ventajas. Muchísimas. Nos han traído la democracia comunicativa, nos permiten mantenernos en contacto diario con todas aquellas personas que queremos y están lejos, y además hacerlo de forma gratuita (aparentemente, otro debate sería el de los datos privados y su utilización), pero también se han convertido en el escenario perfecto para tirar la piedra y esconder la mano.

 

Cada vez es mayor el número de hater, esa palabra tan odiosa como su significado, cuya labor es insultar y cabrearse por todo, aunque ni les vaya ni les venga el tema. La cosa es odiar. Si alguien está contento porque su hijo empieza a caminar, siempre habrá un hater para decirle que es una irresponsable por dejarle caminar solo y exponerle a que se caiga. Si alguien se alegra porque ha obtenido un ascenso en su carrera, aparecerá una voz con rostro irreconocible para recordarle que “por algo habrá sido”. Eso es lo que tenemos. Una sociedad tiránica contra sí misma.

 

Si a esto sumamos, una juventud hiperdigitalizada que se comunica exclusivamente a través de sus teléfonos móviles y cree  a pies juntillas lo que las redes les vomitan encima, sin necesidad de verificarlo, tenemos una sociedad desinformada, curiosamente, por exceso de información y, por tanto, una población débil y maleable… y muchos motivos para tener miedo a esta nueva realidad que solo se puede combatir con sentido común y, en mi opinión, un endurecimiento real de las leyes, incrementando los castigos de quienes injurian, insultan y calumnian bajo la falsa impunidad del anonimato. También a quienes reciben imágenes reprobables y las comparten, excusándose en el “a mí me las mandaron”. Hablamos de la esencia del bulling, sin ir más lejos… Hablamos de un delito, lo vistamos, como lo vistamos. Y Hablamos de una tremenda falta de ética.

 

 

Los nuevos inquisidores, o hater, son ahora el yugo al que temer, el “gorrión supremo” de la moral de todos. Jueces sin formación en leyes. Qué quieren que les diga. Da miedo. Mucho miedo.

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