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La política de los místicos

 

Usoa Ibarra

 

El responsable del  plan de Movilidad Urbana de Arrecife, Oscar Martínez, fue tajante a la hora de describir los elementos negativos que hacen imposible poder hablar de una capital amable como se esfuerza en repetir a golpe de eslogan propagandístico y no de credibilidad ganada, la alcaldesa socialista, Eva de Anta.

 

Martínez no se mordió la lengua cuando dijo que  la semipeatonalización de la Avenida Marítima se había ejecutado mal y con prisas lo que ha impedido la consecución del objetivo final, es decir, no ha servido para dinamizar nada. También aseveró que ninguna acera de Arrecife cumple con el ancho exigido por la UE, que no se puede animar a la gente a pasear entre solares sucios, calles mal iluminadas y aceras “en las que te puedes romper un tobillo”. Por si fueran pocos los tirones de oreja, aseguró que la ciudad no puede aspirar a tener rutas seguras para que los escolares adquieran el hábito de caminar, porque “los atropellos estarían asegurados” en calles sin semáforos. La visión realista de este consultor es clave para desmontar cualquier tesis, dogma y filosofía que no conlleve el ver la ciudad con ojos críticos y objetivos. De esta forma, pide encarecidamente que no se pongan parches, que no se actúe por impulsos, en resumen, que no se haga política sin rigor y con la ceguera del buenismo.

 

Así las cosas, me viene a la cabeza que la advertencia que figuraba en el pórtico de la Academia platónica: “No entre aquí quien no sepa geométrica” podría bien adaptarse a otro mensaje a colocar en la entrada de la alcaldía: “No entre aquí quien viva en una permanente utopía”.

 

Pedirles a los gobernantes perfección moral o estética parece después de tantos atentados urbanísticos un ejercicio vano, pero sí se les puede exigir una justa proporción entre lo posible y lo deseable. De este modo, Eva de Anta evitaría que su ideal de ciudad esté tan alejado de sus acciones políticas. Ella misma no solo no predica con el ejemplo, sino que al ponerse la venda en los ojos ha dinamitado su credibilidad.

 

 

La última ocurrencia de De Anta y su escudero tránsfuga, Tomás Fajardo, ha sido hablarnos de un programa de reforestación de la ciudad, que principalmente consiste en derivar 10.000 euros a concienciar al ciudadano sobre la importancia que tienen los espacios verdes. Con esta buena acción, De Anta y Fajardo (y valga el juego de palabras) vuelven a irse por las ramas, recurriendo de nuevo a su misticismo, elevando sus pies sobre las estrechas y sucias aceras de Arrecife como dos santidades que creen vivir en lo sublime, pese a que en realidad lo que les rodea sea el desorden y el caos.

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