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La Universidad del pueblo

Por José Carlos Mauricio

Publicado en La Provincia

 


Todas las universidades son del pueblo. Todas han sido creadas y potenciadas por el conjunto social, con la aportación del esfuerzo y el talento colectivo. Pero también es verdad que algunas universidades han nacido con el esfuerzo y la lucha del pueblo más que otras. Este es el caso de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), que nació hace poco más de 25 años, producto de una amplia movilización popular que exigía una universidad completa, que entonces no teníamos.

 

No fue, por tanto, la clase política ni los próceres o las órdenes religiosas de antes los que dieron nacimiento a nuestra universidad. Hay que reconocer que los políticos acertaron uniendo sus esfuerzos y haciendo causa común con nuestros mejores intelectuales; pero fue el pueblo grancanario el que se volcó y conquistó una de esas instituciones básicas, que en el pasado llamaban “el templo de la cultura”.

 

Desde aquellas luchas hasta ahora han pasado casi treinta años, una generación de universitarios que ha trabajo con escasos recursos, pero con determinación, en construir una universidad que sirviera de palanca a toda la sociedad canaria. Y sirviera también para superar lo antes posible los niveles de desarrollo técnico, científico y cultural en que nos habían colocados décadas de abandono y aislamiento.

 

El trabajo de esa generación universitaria ha dado en conjunto buenos resultados, sobre todo si se tiene en cuenta las grandes dificultades a que se ha enfrentado. Ha puesto los cimientos y ha formado a decenas de miles de graduados que han enriquecido durante décadas a la sociedad de las Islas. Pero, mientras tanto, el tiempo histórico ha cambiado. Al tiempo que nuestra universidad nacía, el mundo entraba en una nueva época, caracterizada por la globalización y la revolución científica y tecnológica. El mundo ha vivido un proceso de aceleración histórica, tan espectacular que ya nada es igual a hace 25 años. Y ya sabemos que en los próximos 25 años los cambios serán aún mayores. Los empleos serán distintos, se trabajará de otra manera, e incluso dentro de poco tiempo surgirán nuevos actividades que aún no existen.

 

Inevitablemente, la formación y la educación tendrán que adaptarse y hacer también su revolución si no quieren ser desbordados por los profundos cambios sociales y tecnológicos que se están produciendo. El nuevo mundo no se ve allá a lo lejos, ha llegado, ya está aquí. Lo que obliga a grandes transformaciones de los métodos pedagógicos, del nivel de formación del profesorado, de la actitud y motivación de los alumnos y, también, de los métodos y contenidos de la investigación.

 

La revolución educativa

 

El mundo ha cambiado con tanta rapidez que ha dejado a nuestra generación confusa y desconcertada. Cuando presumíamos de contar con “la generación más preparada de la historia”, nos encontramos de pronto que el nivel de formación y preparación de nuestra sociedad no está a la altura de las nuevas exigencias de la sociedad del conocimiento, que nos invade a toda velocidad. Como consecuencia, las universidades canarias ocupan puestos muy bajos en el ranking de calidad de las universidades españolas. Lo mismo ocurre con nuestro sistema educativo en su conjunto, que ofrece bajas puntuaciones en los principales indicadores de competitividad. El resultado es que un porcentaje demasiado alto de la población canaria no alcanza los niveles de formación suficientes. No cuenta con la titulación de enseñanza secundaria ni de la segunda etapa de la formación profesional, precisamente los dos niveles que los organismos internacionales consideran como mínimos para poder adaptarte y rendir adecuadamente en las complejas economías modernas.

 

Pese a ello, no debemos reaccionar con pesimismo y resignación. Ni lamentarnos, echándonos las culpas unos a otros por nuestras insuficiencias y déficits históricos. El tiempo pide otra cosa: un nuevo y gran esfuerzo social como el que conquistó la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria hace 25 años, que recordemos coincidió con el principio de la globalización. Los nuevos tiempos exigen un gran compromiso de todos los canarios con sus dos universidades: La Laguna y la ULPGC. Exige un pacto para la educación en todos sus niveles, para que se amplíen sus medios y sus recursos. Exige también una comprensión clara que la educación es la gran prioridad, la clave para un progreso auténtico de todas las Islas.

 

Y pide también que el Gobierno de Canarias y su presidente sean el gran impulsor de este importante proyecto. Recuerden que en la apertura de curso de este año, el rector José Regidor, que se despedía, reclamó “una gran alianza por la innovación para el futuro de Canarias” e instó al presidente Clavijo a liderar el cambio. Regidor instó también a las dos universidades canarias a unirse, reformarse y abrirse. Exactamente lo mismo dijo, en su apertura de curso, Antonio Martinón, rector de la Universidad de La Laguna.

 

Renovarse y abrirse

 

Las dos universidades canarias necesitan, urgentemente, mayores recursos para reformarse, renovarse y abrirse a toda la sociedad. Para conquistar el liderazgo de la sociedad civil que le corresponde y que sirva para dirigir a todas la sociedad canaria en el progreso en el nuevo siglo. El momento no es otro, es éste. En el momento en que Canarias lucha por obtener una mejor financiación de su educación, en el momento en que se inicia la reforma de la LOMCE y de la Ley de Universidades. Tiempo que coincide con el surgimiento de una nueva conciencia que está empezando a nacer en el interior de nuestras universidades.

 

Una muestra de ello es las elecciones que están teniendo lugar estos días en nuestra universidad. Los tres candidatos que se presentaron han coincidido en una reflexión profunda y autocrítica de la situación actual de la ULPGC. Y al mismo tiempo un reproche claro a los sucesivos gobiernos de Canarias por la angustiosa escasez de recursos que han recibido los centros universitarios. Eduardo Galván, uno de los candidatos, ha insistido mucho en la campaña en impulsar la docencia y motivar al profesorado. Alberto Montoya dijo, por su parte: “Deseo devolver a la ULPGC el entusiasmo y el afán de contribuir al desarrollo de nuestra sociedad”. Y Rafael Robaina se comprometió con tres ideas claves: “Una, tenemos que conectar mucho mejor la universidad a la sociedad que nos creó. Dos, tenemos que ser líderes en el proyecto de internacionalización de Canarias, incorporando las Islas a la revolución científica y tecnológica. Y tres, para conseguirlo es necesario que trabajemos juntos las dos universidades canarias, porque juntos somos más fuertes”.

 

Si uno sigue las declaraciones públicas del equipo de gobierno de La Laguna, encabezado por Antonio Martinón, verá que se repiten las mismas ideas: las universidades no deben aislarse de su entorno, porque su objetivo fundamental es servir eficazmente a la sociedad a la que pertenecen. Martinón exige también los nuevos contratos programas, con los recursos suficientes para que las universidades puedan cumplir su importante función y responsabilidad.

 

Es decir, el momento ha llegado. Las condiciones han madurado. Y las universidades tienen que cambiar o se arriesgan a estancarse. Ante el peligro, la sociedad necesita movilizarse de nuevo y luchar por potenciar las dos universidades y todo el sistema educativo para que estén en condiciones de devolver todo lo que el pueblo les dio.

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