PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Lo que Instagram esconde

 

Gloria Artiles

Quienes me conocen saben que no le tengo especial aprecio a las redes sociales. No por el avance tecnológico que suponen (indudable), sino por el uso que se está haciendo de las mismas. Siendo franca, me causa un gran asombro el nivel de superficialidad de una parte de esta sociedad presumiblemente avanzada. Estoy convencida de que tenemos un serio problema: nuestro grado de evolución moral y humana parece ser inversamente proporcional a nuestro grado de progreso económico, material y tecnológico. Esta sociedad infantilizada y egocéntrica, y no son eufemismos, simplemente se está empobreciendo por dentro. Me refiero a los valores de inteligencia, hondura, autenticidad, justicia o compasión, que residen en las profundidades de cada individuo y de cada cultura.

 

Debe de ser que el desarrollo material y científico, como es objetivo, se puede ver por fuera, pero el desarrollo humano y ético, como es interior y subjetivo, es más difícil de detectar. Aunque no es tan difícil si le damos espacio al silencio y nos dedicamos a la casi olvidada capacidad humana de pensar y reflexionar, saliendo del automatismo vertiginoso en el que se mueven las redes. Detrás de tanta sonrisa, tanta pose y tanta foto de uno mismo en los `facebook´, `instagrams´ y `twitters´ varios, se esconde una profunda insatisfacción humana.

 

¿Qué podemos esperar de una sociedad que sube a Instagram el cacho de cordero que se está comiendo o que le interesa más hacerle la foto al postre que le acaban de poner que de disfrutarlo realmente? Ni les cuento la necesidad compulsiva de exhibir minuto a minuto, selfie arriba selfie abajo, los maravillosos lugares a donde viajamos, cuanto más exóticos mejor, que no es lo mismo irse de vacaciones a Bali que a Medina del Campo. Que aquí lo importante es mostrar el éxito social y esconder la insatisfacción interna que tenemos por dentro. En esta sociedad lo importante es aparentar, no ser. Lo importante es la carcasa, el papel que represento, no la verdad de lo que soy y siento.

 

 

Sólo así se explica que potentes herramientas digitales, que podrían ser un gran vehículo de transmisión de información y conocimiento debido a su inmediatez y alcance, se conviertan (salvo en contadas y bien usadas excepciones) en una loa al `yoísmo´, a la banalidad y a la exhibición pública. Con todo, lo que más tristeza me produce es constatar que, pese a tantos avances externos, no hayamos avanzado en libertad interior y sigamos siendo siendo esclavos de nuestra imagen. Se trata de aparentar ser feliz, de aparentar posición, de aparentar poder… el caso es aparentar. Deberíamos preguntarnos qué es lo que sigue fallando para que, ante la necesidad legítima de que nos quieran y aprecien, no podamos ser nosotros mismos y tengamos que protegernos en una máscara social.

Comentarios (0)