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Lo que ocurre y lo que no

Francisco Pomares

 

Que digan lo que quieran, pero 1.750 personas llegando a las islas en 24 horas no es una broma. Apenas dos días después de irse el ministro Fernando Grande-Marlaska, el esfuerzo de la Delegación del Gobierno en Canarias por hacer más presentable la situación ha sido dinamitada por la realidad. Es probable que en Arguineguín se amontonen durante los próximos días no las más de mil personas que estaban hasta que empezaron los traslados aéreos, sino el doble. Y ya no vale decir que esto no es tan grave como en 2006. De hecho, la situación de comienza a parecerse bastante a la de entonces.

 

Con más de medio centenar de embarcaciones llegando a las islas en apenas un día este último fin de semana, ya no bastan las proclamas y declaraciones del Gobierno regional reclamando atención al de Madrid. Hay que hacer algo. Y antes de hacer algo, conviene hacer acopio de información para entender qué es lo que está pasando y por qué. Por ejemplo, sabemos que las embarcaciones que llegan a nuestras costas lo están haciendo desde territorio ocupado por Marruecos en el Sahara. No salen de Mauritania ni de Senegal, vienen del Sahara en su práctica totalidad. Y del Sahara no sale nadie si las autoridades no lo permiten. Puede ser por una decisión de la Gendarmería, un negocio recuperado por quienes han controlado históricamente el grifo, puede que quien manda en Marruecos haya decidido mirar para otro lado y dejar que sus policías hagan caja -como en tantas ocasiones-, o puede ser una decisión específica del Gobierno, aumentar la presión porque no están contentos con el grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos en los últimos años por España.

 

Las informaciones de Rabat reportan un deterioro creciente de la confianza del Gobierno de Mohamed VI en sus colegas españoles. Pero las cosas no suelen ocurrir por un único motivo€ Al desentendimiento con los nuevos inquilinos de Moncloa, se une el cambio sufrido en las rutas de la emigración tras la intervención europea en Libia. Hasta 2018, Libia era el punto de partida de la mayoría de rutas migratorias africanas hacia Europa. Las milicias surgidas tras la descomposición del país, controlaban el negocio del tráfico. Pero a mediados de ese año la política de puertos cerrados de Salvini y la decisión europea de contratar a las milicias como guardacostas, acabaron por desplazar el tráfico al Mediterráneo occidental. Ese desplazamiento, unido al efecto propagandístico de las primeras decisiones en política migratoria de Sánchez -la acogida en Valencia del Aquarios- supuso que se multiplicaran por tres los ingresos de las mafias en operaciones de transporte a España, según publicó Frontex en 2019, más de cien millones de euros al año. Mucho más -y más rápido- de lo que entra en Marruecos por convenios de colaboración o cooperación interpolicial. Las redes marroquíes, que han logrado desplazar a las argelinas en el control final del trayecto, cobran en estos momentos entre 2.000 y 3.000 euros por pasajero, lo que -para entendernos- supuso que sólo con los que trajeron ayer movieron entre tres y cuatro millones de euros. En un día. Es mucho dinero.

 

 

Es cierto que resulta difícil saber de quién parte la iniciativa de abrir la mano con la inmigración irregular, pero desde luego, sea una instrucción del Gobierno de Marruecos o una decisión de algún o algunos comisarios venales, es lo que está ocurriendo. Y con tanto dinero en juego, va a ser muy difícil parar esto si no se le presta atención. Que es -justo- lo que no se hace.

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