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Loli contra “La presidenta”

Guillermo Uruñuela

 

Vi por primera vez a María Dolores Corujo en una presentación. Al ser foráneo, no tener un pasado lanzaroteño y dedicarme al periodismo deportivo durante años, no sabía apenas quién era ella ni el resto de figurantes de la escena política. Eso supongo que me otorga cierta libertad moral para poder opinar, porque no ha habido más nexo de unión que el estrictamente profesional y mi sentir no está condicionado por nada anterior a mi llegada a la isla.

 

Loli, me pareció agradable en nuestro primer encuentro que no pasó de un cordial saludo antes de una rueda de prensa. Recuerdo que se presentaba la típica gilipollez intrascendente y al abrirse el turno de preguntas, formulé una en torno a la crisis migratoria que iba en aumento en ese momento y que la noche anterior le había costado la vida a una persona. Me parecía un tema de actualidad, importante y “La presidenta” -como le llamaban sus lacayos en un gesto pleitesía con aroma rancio-, no había hecho ninguna declaración pública. Entonces llegó algo que me descolocó. Le pregunté, me sonrió, me llamaron a capítulo por hacer mi trabajo y no me contestó. Charlamos sobre ello y yo les expliqué que siempre desde el respeto y la educación yo era libre de preguntar y ella de responder o no; incluso, le comenté en tono jocoso que me podía hasta mentir. Ese hecho se sucedió a lo largo de estos años. Yo preguntaba, me corregían y me recordaban que sólo podía formular cuestiones del tema por el que se convocaba la rueda de prensa. Todo muy abierto y democrático.

 

Y ese simple gesto que puedo contar en primera persona, y que otros compañeros de otros medios podrán confirmar por vivir situaciones similares, es una representación de la línea que marcó ella o quien le mal asesoró en esta legislatura. Todo, conforme se acercaron las elecciones fue a peor. Los máximos representantes cabildicios se enfrentaron con todos, vivían instaurados en el rencor con esa forma de proceder propia del acomplejado que se siente atacado en todo momento. 

 

Pero Loli no sólo perdió por la forma. El fondo fue aún peor y esa es la realidad. Corujo -que no el PSOE- fue señalada claramente a título individual porque realizó una gestión deficiente. Cierto es que han sido unos años muy complejos para mandar, pero aún así, grosso modo, se puede afirmar que no se ha invertido en infraestructuras, no se han creado viviendas, la sanidad no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado, se han enfrentado con el mundo del motor, con los colectivos del tercer sector, no ha evolucionado el tejido social, laboral ni económico. Saturó una isla, según ella, ya saturada. Por eso, por mucho que se empeñaron en bombardear a la ciudadanía a través de las redes sociales con fotos de diseño y eslóganes para el recuerdo, la inconsistencia de sus actuaciones huecas primó sobre todas las cosas.

 

Yo no sé si han sido sus asesores, el poder, el miedo al fracaso, las presiones, el peso del cargo, Espino o Espina. Lo que tengo claro es que esta mujer, la gran señalada por su pueblo, no ha tenido cerca un amigo, de esos con los que te vas a tomar una botella de vino y te aprecia por lo que eres y no por lo que representas, para decirle a tiempo que se estaba equivocando. Loli perdió estas elecciones no en la última mesa electoral; las perdió cuando fue devorada por un personaje llamado, María Dolores Corujo, “La presidenta”.

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