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Los políticos venideros (II parte)

Gloria Artiles

 

El pensamiento simbólico es una larga conquista evolutiva que es exclusivamente propia del ser humano, y a estas alturas hay alegorías que deberíamos ya despojarlas de su carácter concreto y textual para interpretarlas de forma universal porque su profundo significado es patrimonio de toda la Humanidad. El Reino de los Cielos, la Tierra Pura de Buda o la leyenda que alude al Reino mítico de Shambala, por poner ejemplos de Occidente y Oriente, encierran interpretaciones cuyo sentido va mucho más allá de su acepción literal.

 

En esos Reinos, que existen independientemente del espacio y del tiempo, todos sus habitantes son políticos. Y políticos libres que se autogobiernan. Desde tiempos inmemoriales, se dieron cuenta de que la democracia, que tanto bien había hecho a la humanidad sustituyendo a regímenes políticos teocráticos más atrasados, había terminado sin embargo topando con sus propios límites y contradicciones. De forma que eliminaron las patologías en las que había caído el sistema democrático y, conservando todo lo que éste había traído de bueno, decidieron instaurar una nueva y más avanzada forma de gobierno: `el gobierno de los lúcidos´, `el gobierno de los seres conscientes´, `el gobierno de los que más aman´.

 

Goethe dijo que el mejor gobierno es el que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos. Por eso, en estos Reinos tienen instaurado `el gobierno de los seres libres´. Libres de sí mismos, libres de la demanda imperiosa de ser alguien, de tener poder y de tener razón; libres de su egoísmo, en definitiva. Libres de los dictados del “yo” y sus necesidades, que es la mayor libertad a la que puede aspirar un ser humano. Todas las grandes tradiciones de sabiduría llevan siglos diciéndolo, pero no sé por qué demonios no hemos sido capaces de escuchar de verdad.

 

Así que creo que en tiempos tan difíciles como los actuales, necesitamos políticos que avancen y se ubiquen más allá de sus propias ideas “inamovibles”, que no presten atención tanto el parloteo constante en su cabeza de las consignas de lo políticamente correcto, porque el terreno de las ideologías no solo ya se ha quedado insuficiente, sino que en muchas ocasiones nos aleja de la realidad y nos impide conmovernos con los sufrimientos y necesidades ajenas. Necesitamos políticos que, aun conservando su propia ideología, sea del signo que sea, sean capaces de transcenderla, movidos por la apertura de su corazón al sufrimiento de los otros y expandiendo su inteligencia para encontrar soluciones efectivas a los problemas reales que aquejan a la sociedad.

 

 

Cada político, cada persona, cada uno de nosotros, tenemos la radical responsabilidad de transformar nuestra conciencia en un extraordinario y audaz giro revolucionario hacia una nueva comprensión del mundo basada en la Verdad y el Bien. Despegarnos de nuestro “yo” no es nada fácil, pero quizá sea la tarea más importante a la que debemos dedicar nuestros esfuerzos. Creo, con total honestidad, que liberarnos de nuestro egocentrismo es el único camino para ir construyendo la utopía a la que aspira toda la Humanidad.

 

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