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Los principios de la parte contratante

Francisco J. CHAVANEL

 

Nadie sabe más en Lanzarote de cloacas que Carlos Espino, y es a él, a su mano siniestra, a quien se le debe la derrota política de Unidas Podemos en el Cabildo de Lanzarote.

 

Si la organización morada ficha para llevar la Consejería de Medio Ambiente a una personalidad conocida (Elena Solís), luchadora, con un abundante currículum en el “nonismo” isleño, con criterios claros y contundentes sobre cómo debe conducirse un mandatario público cuando, por ejemplo, un rally en tierra pasa en uno de sus tamos por una zona de nidificación de hubaras, el cual paraliza sin pestañear pues entiende que los nidos están por encima de los ruidos que causan los coches, lo normal es que te enorgullezcas de tu representante, que la apoyes, que utilices su ejemplo para ganar votos en el sector de la izquierda concienciada con el no por el no, y lo último que se te ocurriría es ponerte de acuerdo con el PSOE, con Carlos Espino y Loli Corujo, para echarla.

 

Pero esta salvajada fue lo que pasó. ¿Y ahora cómo se lo explicas a tu gente, a tus círculos, a tanto ilusionador ilusorio y romántico, a tanta gente de la formación que acudió a ella llamados por otros, con palabras tan preciosas: “ven, este es tu sitio; aquí podrás ejecutar tus ideas; siempre estaremos contigo cuando tomes decisiones; abandona la vida civil y vente a la pública a trnansformar la sociedad”…

 

Ya conocíamos el caso de Carlos Meca, un individuo que entró en Unidas Podemos para dar rienda suelto a su odio contra el mundo: contra todo aquel que no se pareciese a él, o que pensase de forma distinta. Ahora junta dinero para pagar una sabrosa multa en la más sola de las soledades.

 

Al final uno tiene que preguntarse para qué sirve Podemos en las instituciones. En Tenerife su representante también ha terminado relegada por defender la inexistencia de un circuito del motor. Cuando hablamos de Podemos Madrid nos referimos a un partido que le hace oposición al Gobierno desde dentro en casi todas sus políticas. ¿Para qué se precisa un partido que no quiere gastar dinero en rearmarse en medio de una guerra, que se satisface con un impuesto a la banca y a las eléctricas que terminaremos pagando los ciudadanos, que se pone de acuerdo con los separatistas catalanes para exprimir a un PSOE que apenas puede respirar en medio de tanta tormenta perfecta de subida de inflación, de combustibles, de materias primas, de la pandemia que no se va?

 

Carlos Espino, al menos, no duda: UP no sirve para nada. Se sienta con ellos, les ayuda a pensar, saca lo peor de sí mismos, y los obliga a decantarse por traicionar a una compañera. Por si fuera poco los traidores dicen que la idea se les ocurrió a ellos. O sea, que llevaban en el alma la delación, y la ejecución de la “disidente” aunque la “disidente” defendió la marca y ellos no.

 

 

Eso sí; conservan sus puestos, sus sueldos, las “cargas onerosas de ser casta”. Y Espino, feliz y malcarado, envenenando hasta a su propia lengua. Acaba de salvar a Loli, la chica bajo la que se esconde

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