Mamá, por qué odiamos

Rafael Hernández

“¿Mamá, por qué odiamos?”, escuché murmurar en la calle a un niño de no más de ocho años. Yo no hubiera sabido qué responderle, pero me hizo pensar. Después de darle vueltas, ahora le hubiera respondido que odiamos porque nos han enseñado a odiar. Odiamos porque somos ignorantes. Odiamos porque fuimos criados por quienes también aprendieron a odiar desde la ignorancia.

Odiamos al diferente sin darnos cuenta de que, en realidad, no hay razas, en plural. Solo hay una, y todos pertenecemos a la misma. Nos han separado en razas inexistentes para que algunos pudieran creerse superiores al resto, y para que otros pudieran seguir gobernando desde la división.

Al contrario de los magnates de la ignorancia, que nos han enseñado a ser ignorantes en su propio beneficio y sus empresas, no tenemos la necesidad de aprender a ser tolerantes porque ya nacemos así. Lo que hay que hacer es desaprender a ser intolerantes. Somos intolerantes porque eso es lo que hemos aprendido; porque es lo que nos han enseñado, con el propósito de convertir nuestra ignorancia en obediencia. Debemos desaprender para escapar de la ignorancia de creer que eres mejor o peor que otra persona por el color de su piel, su religión o su orientación sexual.

La cantidad mayor o menor de pigmentación no tiene ni la más remota relación con la inteligencia o con tu valor como ser humano. Pero sí que tiene que ver con las oportunidades recibidas. Oportunidades que se han basado históricamente en las decisiones de esos mercaderes de la ignorancia que nos ha maleducado para poder creernos superior a supuestos enemigos.

Y mientras seguimos odiando al vecino, hay quienes se frotan las manos en silencio con este enfrentamiento. Mientras sigamos defendiendo banderas, razas o credos por encima de la dignidad humana, seguiremos siendo parte del juego de quienes se lucran con el odio. No les demos más poder. No más ignorancia al servicio de nadie.