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Más profetas y menos demagogos

 

Usoa Ibarra

 

Como casi siempre acontece en la mercadotecnia política, el defecto mayor de sus impulsores, ha sido subestimar al votante, realizando un diagnóstico falso de lo que éste puede llegar a hacer con su derecho al sufragio. Se estimaba inicialmente por muchos las elecciones del 10N como la fórmula más válida para el desbloqueo y la fertilidad de los pactos estables. Podría decirse que se esperaba un ajuste de guión sobre el relato electoral del 28A y sobre la posterior negociación infructuosa, pero finalmente se han convertido en un error estratégico mayúsculo que nos ha llevado a una mayor fragmentación y a una artimética que ha dilapidado la credibilidad de los líderes políticos y ha dejado endebles sus programas.

 

Y aunque de este fracaso se haya dado la sensación en 48 horas de que hay una salida, un preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos, lo cierto es que la estabilidad no es un fruto espontáneo de un árbol, sino que requiere de complicados esfuerzos para ser construida. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han tenido que desdecirse y con ello han tenido que omitir ciertos postulados que les hicieron valedores de una confianza por parte de quienes les votaron. Ahora tienen que construir entre ambos un modelo nuevo donde encajar, porque más allá de las elecciones está ese imaginario político que trasciende a la llamada fiesta de la democracia. Lo interesante, por lo tanto, es construir otros medios para lograr que el plurinacionalismo y la atomización localista, que irrumpe con más fuerza tras el nuevo llamado a las urnas, sea parte de la solución y no un problema más que atajar.

 

Ahora bien, habrá que analizar con más cabeza que pasiones cómo afecta a esa tarea constructiva el hecho de pedir la abstención para una investidura a las fuerzas secesionistas o independentistas que claramente quieren otras reglas del juego distintas a la actual Constitución. Así las cosas, los que se han apresurado a firmar un preacuerdono pueden llevarnos a la deriva de una ciega mecánica que consiste en pedir primero la solución (los apoyos parlamentarios para que se inicie la legislatura) sin que se haya esbozado el problema con claridad. En otras palabras lo dijo Felipe González al criticar que el PSOE y Unidas Podemos estuvieran construyendo la casa por el tejado.

 

 

La realidad política actual muta a tal velocidad que choca frontalmente contra la estabilidad jurídica y constitucional existentes, y lo hace porque se ha construído el relato del reparto del poder sobre la lucha sempiterna entre bloques. Como ya advertía Ortega y Gasset “cada vez es menos posible una sana política sin profecía”. Desafotunadamente, el PSOE sigue sin esbozar claros postulados de lo que quiere hacer con Cataluña, mientras los votantes también actúan como veletas, al no saber con exactitud cuáles son las metas a largo plazo de los políticos.

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