PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Mirando a China

 

Por Francisco Pomares 

 

Millones de jóvenes de todo el mundo salieron el viernes a las calles de las principales ciudades del planeta a pedir que la política se ocupe del que -sin atisbo de duda- es hoy su principal reto: conseguir frenar el cambio climático y evitar la destrucción de los ecosistemas de la vida. Por desgracia, a pesar del entusiasmo y el arrojo de una juventud que exige compromisos medibles y calendarios de actuación concretos, los dirigentes del mundo hacen caso omiso a las señales. La más obvia, la creciente concentración atmosférica de dióxido de carbono -el principal gas de efecto invernadero-, que ha crecido en casi un tercio desde la década de los 60. Desde 1880, la temperatura media de la superficie mundial ha aumentado entre 0,8 y 1,2 grados, provocando un alarmante incremento de la frecuencia y la intensidad de fenómenos como las inundaciones y sequías, que Naciones Unidas asocia al cambio climático que ya sufrimos.

 

La decisión de Trump de abandonar los compromisos de planificación medioambiental suscritos por Obama en 2015, en el acuerdo de París, ha colocado a China y Europa en el centro del tablero en el que va a decidirse el futuro de la vida en el mundo. No en balde, son preciosamente EEUU, China y Europa quienes producen más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta. Y sin Estados Unidos, cuya industria y automoción es responsable del 15% de las emisiones globales, parece casi imposible reducir los gases de efecto invernadero, que es la única forma de lograr que se cumplan las previsiones de París: que el aumento de la temperatura en 2100 no supere los dos grados sobre los niveles previos a la revolución industrial. Obama se había comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 26% y un 28% para 2025, en relación con las de 2005. Un esfuerzo inferior al de Europa, que asumió una reducción (hoy se considera ya incumplible) del 40% en 2030 sobre los niveles de 1990.



Desde que Trump decidió [en sus propias palabras] no creerse "el cuento chino del cambio climático", la Unión se enfrenta hoy a una clara división entre quienes apuestan por lograr los objetivos -Suecia, Alemania y Francia-, quienes se oponen resueltamente a ellos -los gobiernos populistas de Polonia e Italia- y quienes -la mayoría- se han instalado en la tibieza.

 

China, sin embargo, mantiene firme su compromiso con lo acordado en París y su contribución, que -siendo el país que más CO2 emite- es determinante, aunque sea inferior a la europea. China espera alcanzar en 2030 su pico de emisiones, para reducirlas a partir de entonces, aunque los expertos consideran que la reducción empezará antes gracias al abandono del uso del carbón y a su sustitución masiva por nucleares y renovables, ya en marcha con proyectos gigantescos.



Curiosa paradoja que la esperanza de los jóvenes y el sueño de un futuro sostenible dependa del cumplimiento de sus compromisos por la mayor dictadura del planeta. Una nación con 1.400 millones de habitantes, y con un Gobierno autoritario capaz de hacer cumplir sus órdenes y de imponer la política energética necesaria para que el cambio climático se frene. Interpretar este mundo nuestro se está volviendo cada vez más difícil y complejo.

Comentarios (0)