Viernes, 05 Diciembre 2025
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Francisco Pomares


Coincidiendo con una rueda de prensa ofrecida por la diputada Cristina Valido y el director general de Patrimonio Cultural del Gobierno, Miguel Ángel Clavijo, y en lo que podemos considerar como un nuevo hito del progreso cultural, el Museo Arqueológico Nacional decidió anunciar que la mejor manera de honrar el legado de los guanches es esconderlo, metiéndolo en un almacén. La momia de Erques, uno de los vestigios mejor preservados de los aborígenes canarios, va a ser retirada de la exhibición pública y confinada lejos de la mirada de la gente, no vaya a ser que alguien se ofenda. La decisión se adopta en cumplimiento de una denominada ‘Carta de compromiso sobre el tratamiento ético de restos humanos’, que el Museo Nacional aprobó en julio de 2022, y que actualizó en julio de este año. En ese documento, se establece que en el Museo “no se expondrán restos humanos cuando la comunidad de origen de los restos esté en contra de su exposición pública…”, y que solo se permitirá su acceso al público “cuando sea imprescindible para entender el discurso que el Museo pretenda transmitir y no se pueda realizar de otra manera con la misma eficacia”. En el mismo texto, el Museo establece que cualquier entidad que solicite los restos deberá “cumplir con los compromisos del Museo en materia de exposición de restos humanos”, y que tampoco se facilitaran imágenes de los restos “cuando su uso no esté debidamente justificado, la imagen no se acompañe de suficiente información como para contextualizar los restos representados o no sean tratados con el máximo respeto.” Los investigadores no podrán acceder ni a los restos ni a las imágenes de los mismos –sí a otra documentación- si eso es lo que deciden las comunidades de origen. La carta asegura también que el Museo no tiene intención de incorporar ya más restos humanos a su colección (que ronda los cinco mil items registrados) “bajo ninguna fórmula”. Y concluye explicando que eso no afecta a artefactos que pueda incluir cabello humano entre sus materiales “siempre y cuando la comunidad de origen esté de acuerdo con esta salvedad”.


El Ministerio de Cultura, con su infalible olfato para detectar problemas donde no los hay, ha decidido aplicar a rajatabla los nuevos criterios de decolonización, que -en la práctica-, se traducen en que los restos históricos deben ser respetados con el máximo rigor… ocultándolos. Exhibir la momia en una vitrina, con la debida contextualización y el respeto que le ha sido brindado durante siglos, es ahora una afrenta inaceptable. Mucho mejor resultará guardarla en un almacén donde nadie pueda aprender nada de ella.


Estos criterios de decolonización han sido aplicados de manera escrupulosa por el ministro de Cultura, un hombre comprometido con que la historia se preserve en condiciones óptimas, es decir, en cajas y bajo llave. Siguiendo su lógica, cabe esperar que pronto se haga lo mismo con otros vestigios arqueológicos, no vaya a ser que los huesos de Atapuerca se sientan expoliados de toda dignidad o que la Dama de Elche demande su derecho a la privacidad.


Esta política se enmarca dentro de una tendencia más amplia, que busca redefinir la relación de los museos con los restos humanos o los artefactos de origen colonial. Por todo el mundo se están adoptando normativas en las que se exige la consulta a las comunidades, la restitución de bienes y la narración de la historia desde perspectivas locales. Esto, en teoría, debería abrir espacios de diálogo y reconocimiento, aunque en la práctica, en muchos casos se traduce en la retirada de piezas clave de exhibiciones permanentes y en una progresiva limitación del acceso público al patrimonio histórico.


La paradoja es evidente: se alega respeto por la cultura guanche, pero en lugar de ponerla en valor, se la esconde. La momia de Erques, que sobrevivió a la conquista, a los siglos y al paso del tiempo, no ha podido resistir el embate de una nueva moral hipócrita y plagada de culpabilidad, para la que los muertos de hace quinientos años son propiedad de sus descendientes, y el respeto a la tradición de estos es más importante que la ciencia. Como no queda nadie que represente a los guanches, la momia tinerfeña dormirá a partir de ahora en la oscuridad de un almacén, esperando quizá que en el futuro se vuelva a entender que la Historia está para ser contada. No para ser almacenada.


En la rueda de prensa de ayer, el profesor Clavijo pidió la devolución de la momia a Tenerife, pero como la momia no es atacameña, ni mucho menos catalana, seguirá escondida en un armario. Clavijo dijo una verdad como un templo: si la momia fuera de Lérida (o de Gerona), nos la traen mañana en el Falcon.


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