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No disparen al pianista, señoras feministas

Por Alex Solar

 

Carmen G. De la Cueva, escritora y militante feminista, dice que ella ha sido “una yonqui del amor” y culpa de ello a la educación sentimental recibida desde la infancia y a los mensajes recibidos desde los medios. “Películas, anuncios publicitarios, canciones, relatos, consejos de mi abuela”, según ella, condicionaron su concepción del amor a temprana edad e hicieron que como mujer fuera educada para que “el amor fuese “el centro de su vida” y que su autoestima “dependa de que la quieran”. Y concluye : “Hasta hace unos años no he sido del todo consciente de los peligros de algunas canciones que en mi adolescencia folclórica me sabía de memoria”. Cita en un artículo publicado en un digital, estrofas de un tema (Te lo juro yo) de Rafael de León y Manuel Quiroga. Los maestros del sainete y de la copla perpetraban versos “machistas” tales como “mátame de pena, pero quiéreme”.

 

Una musicóloga llamada Laura Viñuela, nacida en Gijón en 1976, se ha hecho experta en música pop y feminismo. En Asturias dirige un taller llamado “Desmontando el amor romántico”, que tiene por finalidad que chicos y chicas de la educación secundaria aprendan “los peligros” que les acechan en las relaciones y así prevenir la “violencia de género”. Para ello, analiza las canciones que para ella tienen contenidos amenazantes y ha descubierto que hay letras que son “peores que las del reggaetón”, como la canción Contigo de Joaquín Sabina (“Y morirme contigo, si te matas/Y matarme contigo, si te mueres”). En su lista negra también hay canciones extranjeras, como una del grupo Police (Every breath you take) y tampoco salva a los Beatles o a los Rolling Stones.

 

Cuando uno escucha temas de los famosos León y Quiroga, como María de la O , que es la historia de una gitana que se ha amancebado con un payo con “parné”, abandonando a su amante pobre de su misma etnia, se deja llevar por la melodía y el sentimiento de la intérprete (que suele ser alguna folclórica pretérita) o se ríe para sus adentros de esa situación dramática sobreactuada pero que refleja los convencionalismos del amor en los tiempos del cólera. Yo, al menos, no pienso en que los autores hayan querido tratar de prostituta o mantenida a la mujer de la historia, o que como tal ha recibido el “castigo de Dios” que proclama la letra. Lo mismo me ocurre cuando leo Lolita de Nabokov: no creo estar leyendo el diario de un pederasta peligroso sino el grito de amor de un hombre sensible o la metáfora de la persecución de un ideal de belleza y pureza, del arte, en definitiva. Y es que el arte, el cine, la literatura, la música, no puede ser objeto de persecuciones ni censuras, como pretenden ciertas adalides del feminismo actual. Puedo estar muy de acuerdo con muchas de sus denuncias sobre la desigualdad , la brecha salarial, la violencia de género (¿quién podría negarla?) o con la misma Carmen G. De la Cueva cuando dice que “la estabilidad está sobrevalorada” porque las mujeres sin marido y sin hijos son miradas como bichos raros. Pero , como en los antiguos salones del western, que no disparen al pianista, o sea a a los artistas y creadores. Es un ruego, mis queridas señoras…

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