Viernes, 05 Diciembre 2025
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Mar Arias Couce

 

No me toquen la hora. Bastante tenemos ya con que el día no dé para todo lo que tenemos, o debemos hacer. Escuchaba el otro día en la radio hablar a un médico especialista de las ventajas que tiene el horario de invierno sobre el de verano. El tema salía a raíz del polémico cambio de hora que tanta gente odia. Yo la primera. El de octubre, concretamente. El de marzo me parece que es el que viene a poner las cosas en su justo sitio. En el lugar en el que siempre debieron estar.

Sin embargo, resulta que, desde el punto de vista de la salud, es mejor el de invierno porque oscurece antes y nos hace quedarnos en casa y acostarnos más temprano. Dicen los especialistas que los españoles dormimos poco y dormimos mal. Tal vez porque cenamos tarde, nos gusta prolongar las sobremesas y nos cuesta irnos a la cama. Así que esa característica tan nuestra de adorar las terracitas, aprovechar la luz para estirar al máximo el día, que hace que los turistas se vuelvan locos por venir a España, nos convierte en un país menos saludable que aquellos en los que se cena a las siete y se acuestan a las nueve.

No lo discuto. De verdad que no. Pero me entra una angustia tan grande cuando el último domingo de octubre, a las siete de la tarde ya es de noche… que entiendo a aquellas personas a las que la oscuridad les genera depresión y tristeza.

No me imagino a los españoles llevándonos un sándwich de pepino al trabajo y haciendo la comida fuerte del día a las seis de la tarde porque no hay quién esté en la calle, por el frío, o por la lluvia torrencial o por la niebla. Tenemos un clima increíble, más aún en Canarias, y lógicamente, lo aprovechamos.  Tendrán que perdonarnos aquellos que se ofendan, pero en cuestiones climáticas hemos resultado evidentemente agraciados. Ya en otras cosas, pues seguro que no tanto.

Dicho esto, concluyo diciendo que, si a nuestro gobierno le da por preguntar, una encuesta de Tezanos o lo que considere oportuno, yo votaré que dejen siempre el horario de verano. A fin de cuentas, yo me quedo dormida en el sofá la mitad de los días, y si eso me vale para ganarme una bronca de mi pareja por no acabar nunca de ver los capítulos de las series, me debería valer también para que no me caída la de mi médico por trasnochar.

A mí, por favor, déjenme la luz escondida, que las tinieblas las dejo para los libros, las películas… y las facturas de la luz, si me apuran.


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