PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Para ganar hay que saber ganar

Andrés Martinón

 

Hace algún tiempo intercambié opiniones con una destacada representante de CCOO en Lanzarote sobre la discrimnación de la mujer en el trabajo. Yo decía que en mi entorno no he visto agravios comparativos reseñables ni supe de ninguna compañera que se quejara o denunciara que cobrara menos por ser mujer. Le dije que donde para mí está el problema es en los denominados techos de cristal. Sobre todo mujeres que por su condición de madre empiezan a perder el tren de una carrera profesional igual que la de los varones. Ella me dijo que no. Que sí existe en Lanzarote trabajos que por ser mujer cobras menos. Le dije que me diera un ejemplo y con decisión me dijo que esto se ve en los hoteles; donde un hombre encargado de mantenimiento cobra más que una camarera de piso.

 

Creo que se equivocó en la respuesta y que se apuntó al carro del que hay aceptar todo lo que se dice, en este caso, en el nombre del feminismo. No sé ustedes pero creo que la sindicalista erró. Primero, en comparar dos profesiones distintas. Eso sí, profesiones muy marcadas por el género. Los de mantenimiento suelen ser hombres y las camareras de piso, mujeres. Pero, en segundo lugar, si aceptáramos la comparación, cosa que no hago, se podría decir que la profesión de mantenimiento puede llegar a tener un perfil más técnico que el de camararera de piso, además de tener un convenio laboral distinto.

 

He de decir que puede existir en distintos ámbitos laborales cierta discriminación pero no hay que confundirlo con otros aspectos.  Por ejemplo, se suele mezclar en las reivindicaciones feministas la igualdad en el trabajo y la violencia de género. La violencia es violencia; ya sea de un hombre a una mujer, o de un hombre a un hombre o de una mujer a una mujer. Y también hay que reconocer que existen profesiones donde por la condición física y más tarde por tradición, la mujer queda excluida, pudiendo ser trabajos bien remunerados. Por ejemplo, la construcción, donde históricamente la mujer no entraba pero que con la tecnificación cada vez juega menor papel la fuerza, por lo que se puede abrir campos para el sexo femenino.

 

Vuelvo al inicio. Donde debe estar la lucha de la mujer es en meter al hombre en la casa y que el reparto de las tareas sea las mismas y las horas de trabajo, viajes o reuniones sean las mismas. Ahí si podremos empezar a conseguir que las mujeres no sean las primeras en pedirse una reducción de horarios, o una baja o incluso, algunas directamente dejar el trabajo y retomarlo cuando los niños sean algo mayores. Esto es lo que ha pasado.

 

Vi el otro día un documental muy bueno que explicaba que si un hombre y una mujer se conocen en la universidad y terminan la misma carrera y se casan. Sus carreras profesionales van a la par, pero con la llegada del niño es la mujer la que se va pidiendo las reducciones y deja de ir a reuniones, viajes o comidas y cuando pasan los  años su marido ha promocionado y ella se encuentra en un puesto de menos relevancia y, por tanto y aquí está la clave, cobra menos. Y este factor, el que haya más hombres en puestos ejecutivos que mujeres, es lo que hace la balanza salarial sea mayor del hombre con la mujer.

 

Explicaba el documental que los dos países con mayor igualdad entre los sueldos de un hombre y de una mujer eran Uganda e Islandia. Que contraste, ¿verdad? En el caso del país africando, la razón no era otra que el conflicto bélico vivido en los años 90 donde por cuestiones étnicas fallecieron, creo recordar, unos 800.000 hombres. Esto obligó a las mujeres a tomar puesto profesionales que nunca se habían visto y las leyes se iban cambiando según las necesidades y la propia progresión de la mujer.

 

Sin embargo, me interesa más el caso de Islandia. Explicaba la presidenta del país nórdico que fueron los primeros en reivindicar como derecho para la mujer la baja maternal y se dieron  cuenta de que tuvo un efecto contrario: pues hizo que las mujeres regresaran a las casas mientras los hombres desarrollaban los puestos de trabajo importante. ¿Cuál fue la solución? Ser el primer país en ofrecer la baja por paternidad. Y ahí fue cuando se repartieron igualdades.     

 

Una mujer con hijos no compite en igualdad de condiciones con un hombre pero tampoco compite en igualdad con una mujer soltera, o más exactamente, sin hijos. Por eso, para ganar derechos creo que la ley tiene que dar más posibilidades a los hombres de que sean padres. Igualar las bajas por nacimiento (puedo entender que los primeros meses de vida de un niño sean más favorables a que sea la madre quien  se encargue de él) le mostrará al hombre las dificultades de las tareas domésticas, la rutina... pero también descubrirá otros mundos: la pasión por los hijos, el amor por tareas de la casa como puedan ser, no sé, la cocina o la jardinería y en fin dejar que la mujer tenga su expansión laboral.

 

 

Además, los gobierno tienen que favorecer ayudas para que las familias con padre y madre trabajadores y que tengan hijos dispongan de ayudas de tal manera que en determinados momentos puedan atender ambos sus necesidades laborales y los hijos tengan asistencia o posibilidad de acudir a lugares donde sean cuidados por unas horas.También soy crítico con la justicia, que en la mayoría de casos de separación o divorcio dejan un papel preponderante a la mujer, creando así una situación machista que si bien a corto plazo las beneficia, porque tienen a sus hijos más cerca, pero a la larga no integra al hombre en sus funciones de padre y amo de casa.

Comentarios (1)