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Para reabrir el Círculo

Por Francisco Pomares

Publicado en El Día

 


En medio del bombardeo de noticias y profecías sobre el inminente Apocalipsis Zombi, la vida sigue? Mañana martes, el Círculo de Bellas Artes de Tenerife celebra elecciones de su junta directiva. Unas minúsculas elecciones sin especial trascendencia política o ciudadana, que solo afectan a un puñado de socios, pero que tienen cierta relevancia simbólica. Son las primeras elecciones desde hace mucho tiempo en las que la gestión del Círculo -una entidad con graves problemas de funcionamiento- disputada por dos candidaturas, herederas ambas de la que encabezó Pepe Valladares, el más conocido diseñador tinerfeño.

 

El hecho es que -a pesar de sus actuales dificultades y del peligro de convertirse en una entidad irrelevante-, el Círculo ha representado lo mejor del pasado cultural de Tenerife -un pasado que fue brillante en tiempos-, y a la vez es un buen exponente de la desesperación actual de los creadores de las islas y de cómo algunos egos campan a sus anchas.

 

Las últimas presidencias tuvieron un traspaso tranquilo y elegante. Sucedió cuando Mirian Durango pasó el testigo en 2014 a Dulce Xerach, que en apenas dos años revolucionó el Círculo, apostó por abrir el espacio a nuevas actividades y corrientes e hizo sitio a los creadores, en una apuesta decidida por la innovación y la vanguardia. Dulce cedió los trastos a Pepe Valladares, que se enfrentó a la peor crisis vivida por el Círculo en los últimos años, que llevó a su cierre. Ahora, cuatro años después de una pax corta en el tiempo, pero rica en el revivir de la entidad, tenemos a la antigua junta de Valladares partida en dos, justo cuando la unidad es más necesaria. Dos candidatos, la músico Esther Ropón y el pintor Alejandro Tosco, se disputan a la presidencia.

 


Para los socios, la cuestión está en decidir cuál es la mejor lista para este momento crucial. Como les ocurrirá a la mayor parte, también tengo amigos en ambos lados, y me apena ver al Círculo instalado en el espíritu de conflicto y enfrentamiento que caracteriza a la sociedad española, dividido en dos mitades aparentemente irreconciliables, cuando su continuidad como institución dinamizadora de la vida cultural más requiere de consenso y acuerdo, sobre todo en las cuestiones económicas y jurídicas.

 

Ambas listas son muy parecidas -los socios del Círculo constituyen una curiosa tribu marcada por su interés por la cultura y eso los define a casi todos-, y ambas cuentan con personas competentes y con creadores prestigiosos y reconocidos por su talento: escritores, periodistas, literatos, teatreros, músicos, arquitectos, diseñadores y un largo etcétera. Pero, en esta ocasión, resolver el atasco económico del Círculo y los conflictos legales con el Ayuntamiento, para abrir de nuevo sus salas y lugares de exposición, requiere también, a mi personal juicio, de la experiencia de gestores, administradores, abogados, gente que conozca cómo funcionan el sector público y el mundo económico. La situación actual del Círculo no se va a resolver solo con esfuerzo y creatividad. Por desgracia, llegados al punto en que se ha llegado, hacen falta también dinero, abogados y gente con experiencia en amarrar acuerdos con la Administración. En este caso con el Ayuntamiento de Santa Cruz, bastante más legalista de lo que suele ser al cerrar el local de una institución que ha aportado ella sola a la cultura de la isla y la ciudad, más que cualquier gobierno municipal de la historia chicharrera.

 

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