Pecados españoles de ayer y de hoy
Por Alex Solar
Ian Gibson, escritor irlandés conocido por sus aportaciones al conocimiento de la Historia de España y sus figuras políticas y literarias, dice en su último libro, Aventuras Ibéricas, que es “un curioso impertinente”. Así se autodefinía Richard Ford, autor de una guía de viajeros por España publicada en 1845, y que Gibson menciona en esta obra. De las impresiones de los viajeros europeos que visitaban la península en el pasado cita al alemán Christian August Fischer, que en Travels in Spain in 1797 and 1798, dice : “Hace treinta años un viaje a España era considerado como un viaje al fin del mundo”. No tanto por las distancias físicas sino porque , a su juicio, visitarlo no ofrecía demasiadas compensaciones, por “la barbarie de sus costumbres” y “los peligros y contrariedades de todo tipo que se debía afrontar”. O sea, exactamente lo que dicen, piensan y creen ahora ciertos viajeros o simples y sedentarios ciudadanos españoles con mirada etnocentrista, de lo que está más allá de las fronteras ,límites y costumbres europeas (tan civilizadas).
Los prejuicios sobre el carácter español abundaban en estos relatos. Para el alemán citado, España fue un lugar civilizado y sus habitantes admirables (“valientes, cultos y nobles”) en los tiempos del dominio arábigo, en el que convivían musulmanes y cristianos,: “Nos hemos acostumbrado a considerar a los españoles actuales como los más intolerantes, esclavizados e ignorantes de Europa-dice Lockhardt-pero no debemos olvidar que los de hace tres siglos eran, en todos sus aspectos, muy diferentes”.
Al igual que el paisanaje, el paisaje no se libraba de las críticas en tiempos en que no se había inventado el denostado “multiculturalismo”. A Washington Irving, escritor y diplomático estadounidense,las llanuras castellanas le recordaban las de África por su sequedad y sus peligros.Porque al igual que en el Oeste americano, los viajeros debían ir en caravanas bien armadas para defenderse de los bandoleros. La gente que encontraban en las posadas y pueblos, especialmente los andaluces, siempre estaban “dispuestos a hablar”, aunque a veces callaban, recelosos, porque los forasteros despertaban una cierta desconfianza, especialmente si dibujaban fortalezas o castillos. A esos impertinentes intrusos contestaban con vaguedades tales como “¿Quién sabe?” o “No se sabe”. Los viajeros atribuían esa actitud a un carácter fatalista, “oriental”, de los nativos. Tampoco se podía saber el por qué del abandono de los edificios en ruinas, siempre “por acabar”. Esto llevó a pensar a los “curiosos impertinentes” venidos de otras naciones que los españoles solo eran activos a la hora de destruir lo que poseían, especialmente la naturaleza, en un país donde todo era inseguridad e improvisación.
¿Se parece la España de hoy a este retrato sombrío?. A riesgo de ser amonestado por ser extranjero, aunque residente hace muchas décadas y buen contribuyente, Gibson repasa en las partes finales de su libro los pecados capitales españoles.Apunta la falta de un sistema educativo eficaz que no esté al arbitrio de los caprichos de los políticos, la ausencia del diálogo ciudadano, el bullicio en los sitios públicos ( es el segundo país más ruidoso del mundo), la corrupción, el incivismo, el maltrato a los animales, etc. Y señala que todavía se tortura y se mata animales, en las plazas de toros o en fiestas “populares” , como la de Tordesillas.
Por cierto, haciendo gala de un “multiculturalismo” o “relativismo” que barre para casa, algunos sectores conservadoresdicen que los toros son un Bien de Interés Cultural y que “democratizan la cultura”. Si en España no se respetan los derechos de los animales, la televisión pública minimiza la corrupción( a la que parte de la ciudadanía parece indiferente), los delitos sexuales andan a la orden del día, entre otros pecados, mal podríamos erigirnos en defensores de los derechos humanos, o mirar por encima del hombro a otros países o naciones con otras costumbres.