Domingo, 14 Diciembre 2025
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Andrés Martinón

 

“Me da miedo la imagen que dan los futbolistas. Parecen kinkis. Los veo como chorizos del barrio del Albaicín pero con pasta. Ni más ni menos”. Estas palabras se las escuchaba el otro día al juez de menores Emilio Calatayud, en alusión a la influencia que tienen los medios de comunicación en los chavales y como éstos encumbran a quienes no se lo merecen, en clara alusión a los futbolistas.

 

Estas contundentes palabras las oía tras haber visto un partido del Real Madrid en el que Sergio Ramos se despojaba de su camiseta y  lucía su torso al desnudo mostrando su cuerpo completamente tatuado. La imagen me hizo recordar una película de hace ya una década, ‘Promesas del Este’, y a su protagonista, Viggo Mortensen, quien también lucía su cuerpo tatuado casi al completo. La cuestión es que el actor norteamericano interpretaba a un matón de medio de pelo de la mafia incipiente de la Europa del Este. Es decir, que asocié a Ramos con un matón del tres al cuarto y es cuando le he prestado más atención a lo dicho por el juez.

 

Continúo. Ramos siempre me pareció un buen jugador, con valores más que aceptables pero creo que inició su camino hacia el lado tenebroso según desaparecieron los grandes jugadores de la época anterior (Xavi, Iniesta, Casillas o Silva), debiendo él aceptar un papel principal o de líder que no es fácil de ejercer. Siempre tuvo carácter pero ahora lo ejecuta, pues eso, como un matón. Queriendo mandar en el vestuario, en la pizarra táctica y en la elección de técnicos o cuestiones derivadas de la gestión.

 

Sin embargo, un líder no hace lo que él hizo y se pudo ver por una cámara que se colaba de ladillo en un entrenamiento. Ramos recibía en el rostro un golpe involuntario en un ejercicio sin importancia del jugador del filial Reguilón. Éste miraba al capitán del Madrid con ojos de disculpa, sin embargo, Ramos chutó con el balón al cuerpo del joven jugador con rabia incontrolada. Algunos dirán, “bueno, estaba en caliente”. Reguilón no se defendió ni le increpó. Asumió la reprimenda física. Y el líder blanco, ¿qué hizo? Volver a propinarle un segundo balonazo. Una actitud más de un abusador de colegio que de un líder ejemplar.

 

Evidentemente, no quiero decir que todos los jugadores de fútbol de élite sean 'matados'. Ni siquiera que quien lleva tatuaje es un kinki, como decía Calatayud.

 

 

Los comportamientos se están desvirtuando y  cuando ves a otros deportistas, digamos Rafa Nadal, entiendes cuál debe ser la imagen a copiar. No es casual que Nadal no lleve tatuajes. Finalizo, la imagen que den los futbolistas, o celebridades en general, es importante. Se les deben exigir comportamientos correctos. En ello va la educación de nuestros jóvenes.


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