Política útil

Francisco Pomares
Política útil: el termino lo popularizó Albert Rivera, para referirse a la política que a él le habría gustado hacer. Ahora es frecuente referirse a la política útil como la política práctica, la que no busca el enfrentamiento sino el acuerdo, y persigue por encima de cualquier otra consideración hacer posible la satisfacción de las necesidades de la gente. Todos los partidos presumen de defender una ‘política útil’, pero no es cierto que lo hagan. En los últimos años vivimos instalados en las culturas de la resistencia y la bronca, casi todo lo que se propone es el resultado de algún chantaje, o se hace para alimentar el ruido y el conflicto.
Como ‘política útil’ define Fernando Clavijo la estrategia de su Gobierno: abrirse paso en medio de la tragicomedia nacional, los insultos y la crispación, para sacar adelante lo que Canarias necesita. Clavijo cree haber encontrado la fórmula de Fierabrás que conjure el fracaso: un ‘decreto Canarias’, elaborado por los servicios jurídicos del Gobierno regional, y que incorpore los compromisos ya pactados con PP y PSOE en la investidura fallida de Feijóo y en la investidura errada de Sánchez. Un decreto que es en realidad una operación de política parlamentaria que debería permitir aislar la agenda canaria del ruido de la confrontación partidaria.
La idea es buena. Sánchez se ha especializado en empaquetar medidas heterogéneas en esos decretos ómnibus que mezclan churras con merinas: se mete una ayuda a Canarias, que a todos los partidos les parece bien, junto a la reforma eléctrica, la cesión de las rodalies a los indepes o cualquier guiño para apaciguar una rabieta de Puigdemont, y así se obliga al PP a votar en contra o a tragarse el sapo. Resultado: lo que interesa a las Islas acaba secuestrado en la pelea inagotable de los dos grandes partidos nacionales. Lo que Clavijo propone es precisamente escapar de la atracción planetaria por la bronca, y subir las necesidades de las islas en un decreto propio, capaz de romper con la gravedad política. Un decreto con “las cosas de comer” que preocupan e interesan a Canarias, para que nadie tenga excusas a las que aferrarse para no votarlo.
La cosa es que la propuesta, aunque razonable, es casi revolucionaria en la España de hoy. Si Moncloa abre la puerta a un decreto exclusivo para Canarias, ¿qué impediría que otras regiones exijan lo mismo? Si a Clavijo le sale bien y consigue lo que quiere, el éxito de la propuesta será tan obvio que el PSOE canario tendría que asumirlo. El ministro Torres difícilmente avalará regalarle a Clavijo un triunfo sin precedentes.
La paradoja es que el decreto que plantea Clavijo no tiene porqué contener excentricidad alguna. Todo lo que se pide ya está firmado con el PSPOE y el PP: la bonificación del 60 por ciento del IRPF en La Palma, los convenios de infraestructuras, las ayudas al empleo, la actualización de los costes de transporte, el refuerzo del sistema eléctrico, el Posei adicional para el sector primario o los planes contra la pobreza y la emergencia hídrica. No se trata de nuevas peticiones o favores, ni de medidas en las que exista desacuerdo con el PSOE y el PP de Canarias, sino de compromisos aplazados que han quedado atascados por la destructiva lógica que hoy se ha adueñado del Congreso.
Clavijo juega con una baza única: gobierna con el PP en Canarias, pero apoyó tanto con Feijóo como a Sánchez en sus investiduras. Eso le da legitimidad suficiente para reclamar que socialistas y populares no bloqueen lo que previamente aceptaron por escrito. El PNV, que ya colaboró en la reforma de la ley de extranjería para el reparto de menores migrantes, será un aliado natural. Pero el PSOE, atrapado entre su necesidad de votos de Coalición y el temor a regalarle un triunfo, probablemente acabe escudándose en razones de procedimiento para frenar el proyecto.
De momento, Clavijo insiste en sus mantras más queridos: la ‘política útil’, el modo canario de hacer las cosas, y la convicción de que todo puede resolverse si se quiere resolver. Son sus trucos para contraponer la política que quiere hacer al ruido inútil del Congreso. Al hacerlo, se coloca al lado de lo que muchos canarios desean, demuestra que el suyo es un Gobierno en busca de resultados y no de trincheras ideológicas tras las que parapetarse. Su estrategia merece funcionar, pero conviene no olvidar que existen antecedentes nada halagüeños: el PP votó contra medidas que beneficiaban a Canarias cuando iban empaquetadas en decretos estatales que no le convenían. Y el PSOE no tiene la menor intención de facilitar que Clavijo se corone como un presidente capaz de poner a Canarias por encima del estercolero que hoy es el Congreso.
La política útil es un buen lema. Otra cosa es que los lemas sobrevivan al choque con la política real. Si el decreto Canarias prospera, Clavijo habrá demostrado que aún hay espacio para el sentido común. Si fracasa, quedará retratado el cinismo de los partidos incapaces de distinguir entre lo esencial y lo accesorio, entre el interés de un territorio y la pelea interminable por el poder.