Por el bien de los padres y por la salud nuestros hijos
Andrés Martinón
Cuando todavía veo al llegar al trabajo sobre las ocho y media de la mañana a muchos trabajadores que se encuentran en ertes y que están caminando o haciendo footing por la avenida la verdad es que lo flipo. Veo tan lejano el día que se declaró el Estado de Alarma y que se establecía el confinamiento domiciliario, que me hace pensar cómo se han programado mentalmente estas personas para estar cerca de 18 meses sin ir a sus puestos de trabajo.
Como periodista y, por tanto, profesión esencial, no dejé de trabajar ni un solo día. Nuestros estudios están en el Arrecife Gran Hotel, que estaba cerrado a cal y canto y la verdad es que daba hasta miedo entrar en las instalaciones donde no había ni guardias de seguridad, ni recepcionista o botones. Mantuvimos informada a la población lanzaroteña lo mejor que pudimos y, de hecho, cada día barríamos nuestros propios récords de audiencia.
Pero lo peor era al llegar a casa y tener que pasar el fin de semana recluido, sin poder sacar a los niños. Para hacer ejercicio, caminábamos en un patio común entre la casa del vecino y la nuestra. No creo que tenga más de 6 metros cuadrados. Mi mujer, los niños y yo caminábamos en círculos, como en las cárceles. Me llegaba hasta marear.
Los niños, sobre todo, siguieron comiendo lo mismo pero sí acusaron en exceso la falta de ejercicio. Ambos engordaron; uno más que otro. El confinamiento ya estaba pasando su factura. Pero llegó junio y empezaron a dejarnos un poco de libertad. Llegó julio y con él la playa. Los niños empezaron a hacer lo que tienen que hacer: jugar. Y mejoraron.
¿Pero qué pasó cuando se volvió al cole? Y es aquí a donde quiero ir a parar con este artículo, las exageradas normas contra el covid prohibieron las actividades deportivas extraescolares y ahí también lo notaron nuestros pequeños. Pero el gran error ha sido la reducción del horario del comedor. Antes los padres podíamos ir a buscarlos a las 15.30 o a las 16.20. Finalmente, este año se suprimía no sé por qué norma el horario de las 16.20, con lo que la planificación familiar se complicaba aún más, pero es que creaba un segundo problema: esa hora de diferencia era aprovechada por los niños para jugar. Y jugar cuando se tiene 10 años es correr como si no hubiera un mañana. Es una especie de terapia atlética que les fue borrada. Y no sé por qué. Lo digo porque se contrató a muchísimos docentes, pero a nadie se le ocurrió dejar a uno o dos cuidadores en los patios de los colegios.
Los padres no solo han tenido que salir antes de sus trabajos, si no que los niños han llegado a casa una hora antes y con el aburrimiento hasta piden la merienda con anterioridad y sin haber hecho el gasto energético. Y luego decimos que queremos luchar contra la obesidad infantil.
En definitiva, solicito a quien le corresponda que se amplíe el horario de recogida de los niños por el bien de los padres y por la salud de nuestros hijos.