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Por un puñado de votos

Por Manuel García Déniz

 

 

Estamos ya a las puertas de las que llaman las elecciones con más incertidumbre de estos últimos veinte años. Los efectos de la corrupción, la crisis económica y la incapacidad del sistema para dar respuesta creíble a estos problemas  han sumido a los ciudadanos en el hartazgo. Ahora, el ciudadano, investido en elector, en el momento oportuno en el que ejerce lo que llaman la soberanía popular a través de las urnas, amenaza con hacer cambios profundos, acabando con el bipartidismo (en algunas comunidades, incluida Canarias, reforzado con el partido nacionalista de turno) e instaurando un sistema sin mayorías, con más partidos, que pone en riesgo  la misma gobernabilidad de las instituciones. Está por ver hasta dónde llega el castigo a los partidos tradicionales, pero está claro que algo se mueve.

 

El ser o no ser de muchos depende de un puñado de votos. De la capacidad que tengan para convencer,  en tiempo finito, a los desconfiados electores. Pero como la propia energía, el poder de los ciudadanos ni se crea ni se destruye solamente se transforma. Y en esa premisa radica la alegría de los partidos emergentes que ven cómo en poco tiempo han pasado de ser unos verdaderos desconocidos a convertirse en la solución posible.

 

Tanto Podemos como Ciudadanos han sabido canalizar el descontento general y llevar ilusión donde antes no había sino impotencia (o hipotecas) y desconcierto (o merma de derechos). Se han convertido en el arma más poderosa de los indignados que ven que con estos partidos, sin ni siquiera gobernar, están obligando al sistema a reaccionar, a que piense un poco más en la gente y un poco menos en ellos, que intenten dar respuesta a los desahucios y no sólo a las cuentas de resultados de las grandes corporaciones financieras, que no hablen sólo de crecimiento del PIB sino también de distribuir la riqueza y afrontar los retos de la miseria y el empobrecimiento galopante de parte de la población.

 

Ganemos o no Ganemos, Podamos o no Podamos, con o sin Ciudadanos, estos partidos ya han hecho una labor tremenda: han evidenciado la debilidad del sistema y la vulnerabilidad de la partidocracia  que ha adulterado la realidad en beneficio propio hasta el punto de dañar seriamente las estructuras del Estado y la supervivencia de un montón de personas y proyectos que se han derrumbado antes sus ojos mientras ellos miraban para otro lado.

 

La cosa está así. Aunque el verdadero combate son las Elecciones Generales de este mismo año, los partidos tradicionales ya sufrirán los efectos de su innegable deterioro en las Autonómicas y Locales. El qué está claro, solamente falta saber el cuánto. y la respuesta está a punto a de caer, apenas unos días faltan ya para que un montón de papeletas, un puñado de votos, nos sitúe en la nueva realidad. Ya se verá.

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