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¡Qué bello es vivir!

Andrés Martinón

 

 

 

No tengo dudas. Entre mis cinco películas favoritas se encuentra '¡Qué bello es vivir! Y, sin embargo, tengo siempre la sensación de que este clásico que se pone año tras año en las fechas navideñas no ha sido reconocida como realmente se debe. Sí se valora, pero se considera una película ñoña; vamos, que está para pasar el rato en familia y poco más.

 

Esta maravilla dirigida por Frank Capra relata la historia de un hombre con grandes sueños que se frustran por su sentido de la responsabilidad; habla de la defensa de los valores ante los tiranos; de la lucha de clases y de la importancia de la vivienda social. Pero sobre todo habla de amar y ser querido. Pero ahondando un poco más, el punto álgido de la película aborda uno de los verdaderos problemas de nuestra actual sociedad: el suicidio o intento de suicidio (quien no recuerde el final de la película, se salte el artículo y lea el penúltimo párrafo).     

 

Y es que creo que el suicidio es el gran problema que no se sabe o no se quiere atajar.

 

Leía el otro día en El País que en 2020 se quitaron la vida en España casi 4.000 personas, es decir, 11 muertes voluntarias al día. El suicidio es la primera causa de muerte no natural: provoca casi el triple de víctimas que los accidentes de tráfico y 90 veces más que las muertes por violencia machista.

 

Escribo esto porque en parte, como periodista, me siento responsable de no estar haciendo lo correcto. Según el programa de prevención del suicidio del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental, los medios de comunicación no hemos abordado el asunto porque se creía que provocaba un efecto llamada o efecto contagio. A veces tratamos las noticias con subterfugios como “se precipitó con su coche en El Risco de Famara”, cuando todos sabemos lo que pasó. Sin embargo, estudios recientes confirman que el silencio tiene un efecto negativo; como algo que no sucede en nuestro entorno.

 

Estoy de acuerdo con el artículo que leí en El País; al igual que la violencia doméstica o de género, se necesita un plan nacional que permita a las familias afectadas disponer de herramientas que favorezcan detectar el problema antes de que se produzca y, sobre todo, para que aquellos que puedan tener momentos de debilidad, dispongan de información que haga ver las señales que activen la alarma.

 

Tener información siempre es una ventaja. “En diversos estudios se ha confirmado que muchas veces los suicidios vienen precedidos de señales o comportamientos y hay que aprender a detectarlos: el hablar repetidamente sobre la muerte, despedirse cuando no es el momento para ello, agradecer por cómo se han portado con esa persona o un inesperado intento de zanjar viejos conflictos o asuntos”, según se señala en dicho artículo.    

 

En '¡Qué bello es vivir!' (y venimos del segundo párrafo), el protagonista, George Bailey acude a un puente a suicidarse ante problemas económicos. Pero claro, es una película y Dios envía a un ángel a salvarlo. Le ofrece la oportunidad de ver que habría sido de la gente que quiere si el no estuviera o, más exactamente, si no hubiera existido.         Y claro, ve que la vida, solo por el amor, vale la pena vivirla.

 

Pero la vida no es una película y estamos ante uno de los grandes dramas y problemas sociales a resolver y me da a mí la sensación de que se está disponiendo pocos efectivos y poca inversión para atajar la primera causa de muerte no natural del nuestro país. A quien le corresponda y en lo que a uno le pueda tocar, es momento de un gran cambio.

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