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¡Que escándalo! Aquí se juega…

Francisco Pomares

 

De repente, la campaña de las elecciones gallegas parece haber quedado en el aire. Como si alguien apretara un botón de apagado:  Puigdemont ha respondido a la ofensiva del Parlamento Europeo, movilizado para determinar vínculos de Junts con Rusia, advirtiendo que contará “toda la verdad” de sus negociaciones con el PP. Acto seguido, desde Génova han reconocido la existencia de conversaciones con Junts en las que se planteó estudiar la amnistía, que duraron 24 horas, y Nuñez Feijóo ha explicado que nunca se apoyará la amnistía porque es ilegal, inconstitucional y rompe el principio de igualdad entre españoles. La aceptación por parte de Génova de que se habló con Junts -algo que por otro lado ya se sabía- ha provocado una tumultuosa reacción de la izquierda y sus comparsas mediáticas, de pronto sorprendidas por lo obvio. Me recuerdan el “¡que escándalo! Aquí se juega…” de ‘Casablanca’. Porque… ¿Alguien ha tenido alguna vez la más mínima duda de que en las conversaciones entre Junts y el PP se habló de la amnistía? ¿Es que habría sido posible no hacerlo?  ¿Ha negado alguna vez el PP que esa cuestión se tratara? Lo cierto es que no. En este país de hipócritas y mentirosos encumbrados, el PP siempre ha reconocido que se reunieron con Junts y que Junts planteó la amnistía y que ellos contestaron que no.

 

Entonces… ¿El escándalo de ahora es porque tardaron 24 horas en contestar? ¿Deberían haber dicho que NO sin conocer las exigencias concretas de Puigdemont? ¿Sin saber si la amnistía propuesta era constitucional, si había posibilidad de encajarla en un programa de Gobierno? ¿Es irracional que se estudiara la letra pequeña de la propuesta durante 24 horas?

 

Yo no logro entender ni el escándalo ni el ruido que está montando Zapatero y su coro de agitación y propaganda con este asunto. Bueno, si lo entiendo: intentan dividir el voto del PP en Galicia, lograr que el PP pierda un punto o dos a favor de Vox y eso permita un gobierno de mayoría secesionista, otro gobierno con un referéndum en su agenda, como el que propone el BNG.

 

El problema no es hablar de la amnistía o valorar si puede aprobarse. En una democracia parlamentaria hay que hablar de todo, todo puede proponerse. Es problema es que lo único que cuente para tomar una decisión sea el mantenerse en el poder.

 

Cuando a Tomas Moro se le planteó salvarse de las decapitación suscribiendo un documento redactado por los consejeros de Enrique VIII, el hombre estuvo varios días esperando que le llegara el papel, para ver si podía firmarlo. Cuando se lo llevaron a su celda en la Torre de Londres, Moro se enfrascó buscando en el documento un resquicio que le permitiera suscribirlo. No lo encontró, y con gran pesar decidió que era mejor dejarse cortar la cabeza que cuestionar la oposición de la Iglesia romana al divorcio del rey Enrique con Catalina de Aragón.  Era cuestión de principios. Moro buscó como encajar el texto cuya firma le exigía el rey con sus principios, porque eso le permitiría salvar la vida y su posición, pero no encontró la forma. Sus creencias prevalecieron y acabó con la testa separada del tronco.

 

Sinceramente, me alegro de que no fuera la cabeza de Feijóo lo que estuviera en juego en la negociación con Junts, sino el colchón de Moncloa y los privilegios que lo acompañan, y me alegro también de que el presidente del PP tuviera el juicio de no embarrarse en el lodazal de pactar con el prófugo de Waterloo la amnistía pret-a-porter que Puigdemont acordó con Sánchez y luego quiso cambiar.

 

Pero nunca condenaré a un político por estudiar las posibilidades de un acuerdo. Ni siquiera con la amnistía.

 

Estaría dispuesto a aplicarla a los delincuentes del proces, si fuera el resultado de la aceptación de su error. No del error de trabajar por la independencia, que es para mí, en democracia, un error legítimo, sino del error ilegítimo de intentar imponer la independencia a la mitad de los catalanes y a toda España con un golpe de estado, destructivo, ilegal y antidemocrático.

 

Esta amnistía no es reprobable por el hecho de ser una amnistía. Lo es porque su formulación es inconstitucional y arbitraria, no implica renuncia a seguir actuando desde la ilegalidad, e incorpora la intención repugnante de borrar delitos de corrupción.  Y sobre todo, porque esta amnistía persigue como objetivo fundamental la compra de votos para seguir en el poder.

 

El griterío en torno a la ‘negociación’ de 24 horas del PP y Junts es otro show más de este circo al que nos ha acostumbrado una forma de hacer política en la que valores, principios y la voluntad de servicio a la comunidad han sido sepultados para permanecer en el poder.

 

En Galicia se está montando una película muy parecida a la que se montó en Andalucía hace seis años intentando entonces evitar el recambio del PSOE en el poder. La estrategia ahora es desmotivar al votante más conservador del PP para que vote a Vox y que la división del voto permita un gobierno de nacionalistas apoyado por socialistas. Ese es el verdadero objetivo de este número idiota

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