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¿Quién se apunta?

Gloria Artiles

 

En las tradiciones orientales, existe una leyenda que alude al Reino mítico de Shambala, un lugar sumamente bello, escondido a los ojos del ego, cuyos habitantes son seres humanos totalmente realizados, que viven en armonía con la naturaleza y, lo más importante, entre ellos mismos. Son libres, buenos y sabios. Y son felices todos, no únicamente unos cuantos privilegiados.

 

Qué pena que la mayoría de los políticos actuales no crean que exista el Reino de Shambala. Porque no creen en sí mismos. Escuchan a sus egos, pero no a su esencia. Por eso, se copian unos a otros en formas de gestión ya caducas por su evidente falta de eficacia; hablan con gran verborrea de innovación, pero casi nadie aporta nada nuevo; sus propias creencias limitadoras sobre sí mismos les llevan, una y otra vez, en un círculo sin fin, a enfocar los mismos problemas, con las mismas soluciones y los mismos planteamientos… para no solucionar nada. Y viven pendientes del pensamiento único que siembran los medios de comunicación alimentando hábilmente mentes dormidas y anestesiadas. Pero si creyeran en sí mismos, se escucharían y se darían cuenta de que hay otra manera de hacer política, superior y mucho más allá de la mediocridad que hemos normalizado.

 

Pues yo les digo que existe el Reino de Shambala. Y también sé que ahora mismo la sociedad está pidiendo a gritos políticos libres. Políticos libres de su propio escepticismo; libres de sus convencimientos profundos de que el mundo no puede transformarse realmente; libres de sus luchas de egos y no de los combates con sus propios demonios interiores, libres de sus propias adhesiones ideológicas que les hacen contemplar la sociedad que les rodea desde una mirada miope y desgraciadamente demasiado sesgada; y sobre todo libres del engaño que produce la falsa certeza de que el poder, el status social y el dinero les proporcionan la felicidad que tanto anhelan, pero que sin embargo nunca encuentran porque viven en esa carrera irreflexiva, desesperada y automática hacia ninguna parte.

 

En Shambala todos sus habitantes son políticos, en el sentido etimológico del término. Y políticos libres que se autogobiernan. Desde tiempos inmemoriales, transcendieron la democracia como forma de gobierno e instauraron ‘el gobierno de los lúcidos’, ‘el gobierno de los seres conscientes’, ‘el gobierno de los que más aman’. Y todos sus habitantes derraman a diario lágrimas por el resto de la humanidad porque saben que sólo a través de una profunda y hasta ahora desconocida transformación interna, que debe originariamente realizar cada ser humano de forma individual, puede el Mundo cambiar. Esta gente dice que esta sociedad hemos creado, sumida en un cada vez más preocupante estancamiento patológico que no logra despegarse de la lacra de lo políticamente correcto, ha enfermado de mentira. Y que lo que necesitamos son políticos libres de sus expectativas de voto, pero esclavos de su conciencia. Políticos liberados de sí mismos, en búsqueda de la Verdad, con mayúsculas, y que sólo estén encadenados a la máxima de buscar “el mayor bien posible para el mayor número posible de personas”. Personas que encuentren el sentido de su vocación de servicio público, no en atender sus necesidades egocéntricas, sino en la inigualable e inefable satisfacción interna de trabajar por un mundo mejor. Que sepan que en Shambala están buscando candidatos dispuestos a reconocer su verdadera naturaleza y a comprometerse radicalmente por convertirse en grandes seres humanos y cambiar así la forma de hacer política. ¿Quién se apunta?  

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