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¿Realismo o buenismo?

 

Usoa Ibarra

 

 

El titular del mes nos habla de las 10 pateras en 48 horas que han llegado a Lanzarote. Más de 300 personas arribadas a la costa conejera con lo puesto, es decir, con más ilusión que certezas. Esas personas llegan como una cifra para la estadística, y así son tratadas, de forma impersonal, agrupadas en una nave donde se les apila a la espera de identificarlas, o en un complejo alojativo (si han dado positivo en COVID y tienen que pasar una cuarentena), o en un albergue si son menores, o en unas carpas si los recursos se saturan. Es decir, superan su frontera, pero entran en el embudo de nuestro precario sistema de acogida.

 

El mismo día que se informaba sobre la mayor llegada de pateras de la última década, la presidenta del Cabildo, Dolores Corujo, irrumpía en la actualidad como interviniente de un foro de la ONU para empoderar a los jóvenes ante el cambio climático. Sin duda, la lideresa socialista juega en otra liga. No sé lo que me resulta más incoherente, si el hecho de que no se reaccione políticamente al tráfico constante de personas, o que la aparición pública de esa semana de la máxima responsable del Cabildo esté contextualizada tan lejos de nuestras fronteras cuando la presión migratoria ha vuelto a hacer saltar las costuras de la consejería de Bienestar social insular.

 

Puedo entender que mirar hacia otro lado no signifique desidia, sino el compromiso de no instrumentalizar políticamente la migración, pero no parece de recibo que no se transparente con mera información el recorrido que hacen esas personas en Lanzarote, cuántos de ellos se quedan amparados por el sistema, qué porcentaje se deriva a otras islas, cuántos se repatrian, qué cuantía económica existe para su asistencia o tutela. Conocer esos datos disipa las especulaciones y nos permite contrastar si la gestión que se está llevando a cabo está a la altura de las circunstancias.

 

Sin embargo, si no se encara públicamente esta problemática (la de personas sin recursos y en aparente desamparo) se les está dando alas a los “voceras” y “xenófobos” para expandir la sensación de inseguridad que es emocionalmente más poderosa que la propia estadística. La realidad migratoria hay que delimitarla y cuantificarla muy bien para saber qué podemos ofrecer y que no.

 

La migración es un fenómeno multicausal, que no tiene que estar predeterminado exclusivamente por cuestiones económicas, el análisis de esas múltiples realidades sería el primer paso para coordinar verdaderos programas de integración en el destino de llegada, o de cooperación, en el destino emisor. Si los que llegan tienen como única opción los servicios de asistencia social hay que medir la presión de carga sobre él y determinar con objetividad si podemos seguir con esos mecanismos de ayuda. De no ser así, no estaríamos siendo deshumanizados por plantear topes, sino que se estaría dando ejemplo de gestión teniendo en cuenta los recursos y no el buenismo. Mientras no se den a conocer y se analicen las consecuencias reales de la migración irregular sobre el territorio insular, las acciones políticas que se desarrollen seguirán siendo una entelequia cargada de infantilismo y proteccionismo rancio.

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