Domingo, 14 Diciembre 2025
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Por Francisco Pomares

 

Hace más de cuarenta años, la cosa tenía su lógica, o parecía tenerla: unas semanas para activar el interés de la gente con mítines, actos partidarios, proclamas, visitas puerta a puerta, publicación de encuestas, carteles y banderolas, publicidad masiva y buzoneo de papeletas. Y luego un día de tranquilidad para que los votantes pudieran digerir la información recibida y pensarse con calma sus opciones. Y tras el sábado de reflexión, el domingo de voto.

 

El formato se mantiene inalterado desde entonces. Como se mantiene la prohibición de publicar sondeos durante la semana previa a la celebración de elecciones, o la condena de cualquier propaganda el día electoral, o los exquisitos equilibrios de participación de los candidatos en los medios públicos (desde la reforma de la Ley Electoral General, también en los privados), en función de los resultados previos. Son mecanismos que impiden que Vox pueda participar en un debate, o que los independentistas catalanes defiendan sus posiciones en los debates de máxima audiencia. Parecen normas que funcionan, aunque su lógica responde a otros tiempos, otras formas de hacer política, otras costumbres y formatos de campaña hoy obsoletos?

 


Para empezar, los debates: no tiene sentido que un medio privado no pueda organizar el debate que considere conveniente. Pero hoy incluso los medios privados deben evitar que la opinión de alguien que aún no forma parte del sistema de representación pueda influir en la campaña presentando sus propuestas al mismo tiempo que los partidos ya consolidados. Es los tiempos que corren, esta prohibición, además de ser una traba inútil a la libertad de información, es una memez: no puedes participar personalmente en el debate, pero puedes comprar millones de inserciones instantáneas comentándolo, dirigidas a tu target específico en Facebook, o en cualquier otra red social. Millones de impactos que escapan a cualquier control, y que además se canalizan utilizando el inmenso conocimiento que las redes tienen de sus usuarios, sus preferencias, gustos y actitudes políticas.

 

Y eso lleva a pensar en otra lógica arcana, la de prohibir encuestas, o impedir la publicidad tradicional el día que se vota y el previo. Son prohibiciones que internet deja sin sentido. Porque? ¿para qué necesitas sondeos en los medios? Puedes acceder a paneles, encuestas y mediciones de última hora, gestionadas desde fuera de España y colgadas sin ningún problema en la red. Puedes acceder a ellas si tienes un móvil o un dispositivo. Y hacerlo en tu colegió electoral, un instante antes de votar, revisando las israelitas que se cuelgan por doquier, o los millones de opiniones que sobre previsiones electorales se publican a pesar de la prohibición.

 

Y lo más absurdo de todo es el gasto ridículo que supone pegar o colgar carteles y enviar papeletas a las casas en este tiempo que domina lo virtual. Es un gigantesco fraude a la lógica.


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