PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Solo por insistir...

Francisco Pomares

 

Entre la desidia y la xenofobia, mientras convertimos a las víctimas en culpables, el problema migratorio corre el riesgo de embarrancar en Canarias. Y no es asunto que deba preocupar tanto por lo que ya ocurre, sino por el alcance que pueda llegar a tener lo que sucede ahora. De momento, vemos el problema en sus vertientes como cuestión de seguridad, o de recursos para atender a quienes llegan, o de orden público por los conflictos que comienzan a producirse. Pero el problema al que nos enfrentaremos durante los próximos cincuenta años es demográfico y de desarrollo. Tiene que ver con el hecho de que mientras Europa comienza su declive demográfico, las previsiones apuntan que África pasará de sus actuales 1.100 millones de habitantes a 2.500 en 2050 y a 4.500 en 2.100.

 

Consciente de esa situación, en su intervención sobre el Estado de la Unión en el 2020 ante el Parlamento Europeo, la presidenta de la Comisión, Ursula Von Leyen, planteó un enfoque global del problema de las migraciones africanas, y reclamó solidaridad a los países europeos, con África y entre ellos: “aquellos países que cumplen con sus obligaciones legales y morales o están más expuestos que otros deben poder contar con la solidaridad de toda nuestra Nación Europea. Todo el mundo tiene que dar un paso adelante y asumir su responsabilidad.”

 

Pero ocurre que el discurso europeo se mueve dentro de las buenas intenciones, mientras la política europea es deudora de la realpolitik. Pocos días después de la intervención de la presidenta, se publicó la comunicación de la Comisión al Parlamento: un ‘Nuevo Pacto sobre la Migración y el Asilo’, un texto aún abierto a la consideración de los veintiséis, y bastante alejado de las palabras de Von Leyen. Europa se encamina en dirección a una política mucho más restrictiva, más a la defensiva, frente a la migración de origen africano y los extraordinarios retos que comporta. En las páginas y anexos de la propuesta de Pacto no se define cómo se repartirán los mecanismos de acogida, la solidaridad y el coste de la atención humanitaria a los que lleguen y a los que deban quedarse.

 

Estamos aún en pleno debate de ese pacto europeo, un debate que debiera haber provocado enorme interés en nuestro país y, muy especialmente, en Canarias, región frontera convertida en lugar preferente de arribada y escala hacia el continente. Sin embargo, no ha ocurrido así, más bien todo lo contrario: ninguna de las instituciones regionales o corporaciones locales de las islas, ningún partido, ningún parlamentario en Cortes, ningún presidente del Cabildo o alcalde, ningún departamento de la ULL o la ULPGC, ninguna ONG, asociación empresarial, sindicato, sociedad colombófila o filarmónica –nadie-, ha planteado dudas, preguntas o propuestas sobre el Pacto que Bruselas quiere aprobar. Pero en Europa no bastan las críticas a viva voz o los titulares con declaraciones encendidas, para mover las decisiones. En Europa se trabaja con papeles, y este es el momento de presentarlos.

 

 

Hace un par de meses, el director de Casa África, José Segura, pidió a los poderes públicos y a las organizaciones civiles de Canarias que no dejen pasar la oportunidad para que “en esta negociación que abre Europa, la perspectiva humanitaria y la solidaridad entre los países europeos no queden ensombrecidas por el egoísmo y cortoplacismo de algunos”. Nadie le ha escuchado. Sospecho que aunque yo insista eso no va a cambiar.

Comentarios (0)