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Terror en el hipermercado

Por Álex Solar

 


Viví en primera persona los años más difíciles de lo que se dio en llamar “el proceso chileno”, es decir el gobierno socialista de Salvador Allende. En mi memoria,  a 40 años de aquellos hechos históricos en que observé in situ el derrumbe de un experimento social y político sin precedentes en la Historia de Latinoamérica y quizás, del mundo, se reavivan cada vez que veo las filas de venezolanos esperando por alimentos y medicinas en la televisión y mis recuerdos van hacia esos días de 1972, de caceroladas en las calles, de estanterías vacías en los hipermercados. Tenía yo 23 años y mi primer trabajo con contrato en una oficina de prensa estatal.

 

Mi campo de trabajo eran las plantaciones forestales, las fábricas de celulosa y papel, donde los obreros del agro y las industrias tomaban a su cargo la marcha de empresas abandonadas por sus dueños, que preferían marcharse a Miami antes que soportar un gobierno socialista. La revancha de los “momios” (nombre con el que llamábamos  a los  fascistas de la derecha) estaba en camino. Las huelgas de transportistas, financiadas por los servicios secretos americanos, las de la minería del cobre y otras, se sumaron a un súbito desabastecimiento de productos de primera necesidad que dejaron a las mayorías populares sin los elementos imprescindibles para la canasta básica. El gobierno encargó a un jefe militar afín, el General Bachelet (¿a alguien le suena este apellido?) la distribución equitativa y efectiva de  esta producción que se quedaba acaparada y lista para el mercado negro en manos de intermediarios especuladores. Así se creó un sistema de distribución directa que recibió el nombre de JAP (Junta de Abastecimientos y Precios) que originado en juntas vecinales tenía el poder de controlar el abastecimiento apoyado en muchos casos por la fuerza pública. Inmediatamente la oposición le puso el sello de “cartilla de racionamiento” y vio en él un arma de control político, pues estaban integradas en su mayoría por militantes y simpatizantes de la izquierda integrada en la Unidad Popular de Allende. En mi casa funcionaba una JAP  que se reunía para denunciar y descerrajar locales de mercaderías acaparadas para venderlas en su justo precio luego a los consumidores.


 
Inmediatamente después  del golpe de estado se derogaron las JAP, los alimentos volvieron por arte de magia a las devastadas estanterías de los supermercados y Bachelet, el padre de la presidenta actual, fue  torturado hasta la muerte.

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