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Tiempo de espera y faroles

Por Francisco Pomares

Publicado en El Día

 


Mientras el PSOE canario desgrana con sus socios el reparto de carteras del Gobierno regional, Pedro Sánchez se enfrenta en Madrid a lo que parece ser una situación de difícil salida: se daba por hecho que el problema de la investidura estaría vinculado a la necesidad de encontrar los apoyos suficientes para lograr los últimos votos que sumaran 176. Ahora, con la desafección de Podemos planteada con claridad, Sánchez podría encontrarse con una investidura inviable. Pablo Iglesias no parece muy feliz en la fase en la que se encuentra la negociación con Pedro Sánchez para tratar de formar un Gobierno de coalición. Desde el PSOE se asegura que el principal problema para anunciar la investidura es la petición de Iglesias de incorporarse al Consejo de Ministros, algo que Iglesias ha calificado como provocación. Iglesias debe tener muy presente lo que ocurrió hace tres años, cuando su catálogo de exigencias ministeriales -pidió todo el poder- le pasó factura pública. No quiere hablar ahora de nombres ni de ministerios, y dice que lo que se hace desde el PSOE es intentar debilitar la posición negociadora de su partido, presentándolo como un grupo obsesionado con los sillones.

 

Por eso, lo que Iglesias plantea formalmente es trabajar sobre el programa de Gobierno y decidir cuál será la participación de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros, que estima debe responder a la representación de escaños de los que dispone cada partido, es decir, un ministro de Podemos por cada tres socialistas.

 

En el fondo de este compás de espera lo que existe es la percepción socialista de que Iglesias pretende la Vicepresidencia del Gobierno, y el PSOE no está dispuesto a ceder a esa expectativa. Ya han filtrado a los medios que reconsideran su posición inicial de gobernar en solitario, pero eso es sólo otra pirueta semántica: la oferta de gobierno que se hace a Podemos no es la de entrar en el Consejo, no pasa por un gobierno de coalición, sino por uno de cooperación -básicamente parlamentaria- en la que los cooperantes sólo podrían aspirar a puestos de segundo y tercer nivel. La explicación ofrecida por el PSOE para justificar que en los gobiernos regionales se haya incorporado a Podemos y en el de España no se haga, es bastante peregrina: en las regiones se trata de gobiernos que suman mayoría absoluta, y en España no. Una explicación metafísica, típica del tacticismo sanchista.

 

Porque lo que quiere Sánchez es gobernar en solitario: sabe que Iglesias mantendrá un discurso diferente sobre la situación de Cataluña al que él quiere sostener tras el juicio del procés. Sería inaceptable para el PSOE que el Gobierno de España incorpore ministros que pidan el indulto de los políticos catalanes. O que hagan causa común con Esquerra Republicana, también necesaria para sostener a Sánchez.

 

Estamos ante una partida de póker, en la que se apuesta de farol. Por eso es muy difícil predecir si Podemos se negará en redondo a apoyar la investidura de mantenerse estas condiciones. También es difícil predecir si Sánchez cederá a las exigencias podemitas e inventará un nuevo discurso justificatorio. Lo que no resulta nada difícil es saber que si no ocurre ni una cosa ni la otra, habrá elecciones de nuevo.

 

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