Trileros

Antonio Salazar
El Gobierno vuelve a apretar a los autónomos. Más de tres millones de trabajadores por cuenta propia sufrirán una nueva subida de cuotas. Personas que, a duras penas, mantienen la persiana levantada y que, cuando consiguen tener algún empleado a su cargo, son asaeteadas a impuestos, cotizaciones sociales, tasas sin tasa y todo lo que se les ocurra. Son víctimas propiciatorias: no protestan, no amenazan huelgas y, aun así, sostienen el país. Solo que, aunque a la rana se la hierva poco a poco y se quede atrapada en el caldero que será su tumba, el calor empieza a hacerle sospechar de su próximo final.
No falla, cuando alguien afirma que los impuestos son un robo, siempre aparece alguien a reconvenirle e invitar a que se marche a los Estados Unidos y que, cuando tengas un cáncer, ya contarás. Como si la alternativa fuera elegir entre lo malo y lo peor. La sanidad americana, atrapada por lobistas y políticos, es un desastre sin paliativos. Pero no es ese el sentido de este artículo. Porque, en contrapartida, con nuestros desaforados y crecientes impuestos y nuestro vibrante estado del bienestar, la sanidad española tampoco hay por dónde cogerla. Así que esa excusa deja de ser útil.
Lo sabe cualquier autónomo, que después de ser desplumado -Colbert decía que el arte de cobrar impuestos consistía en obtener el máximo de plumas con el menor número de graznidos- debe pagar un seguro médico porque sus plazos son de este mundo y los de la burocracia son… o bien contratar un plan de pensiones que, en el futuro, complemente su magra jubilación. Esto no es opinable: quien escribe es autónomo desde hace más de treinta años y sabe lo que se sufre, más si tenemos en cuenta que el camino de un trabajador de este tipo no es lineal, que intercala años buenos con años malos por más que el Gobierno solo vea, salivando, los buenos.
Ahora el Gobierno, bajo la coartada de hacer tributar por los ingresos reales —como si en el IRPF no lo hiciera—, eleva, hasta poder duplicar la cuota a los más afortunados, el pago por trabajar. España es una anomalía incluso dentro de Europa, donde las cotizaciones y la fiscalidad son más proporcionales y previsibles.pero lo que ha conseguido este Gobierno es elevar la tropelía hasta niveles de sadismo nunca antes alcanzados.
Vayamos a unos datos elementales: una persona que dedicara 250 euros mensuales durante 35 años a invertirlos con interés compuesto y la tasa de crecimiento del S&P 500 (10 % anual) tendría, al final de ese periodo, 949.000 euros. Es decir, si el Estado dejara elegir entre su protección -el sablazo de las cuotas- y la propia -su responsabilidad- ¿la disyuntiva sería estar desatendido en Estados Unidos o depender de la sanidad española?
Trileros.